Imagen 2: Tatón
Watanabe o el azar
Imagen 2: Tatón
Ese silencio
El silencio es como el sonido de un abejorro encerrado en una catacumba. Debe ser porque escuchas tu funcionamiento interno. Ese trote de neuronas chasquis con mensajes no muy relevantes. Noviembre se despliega con soles y lunas multiplicados. Ves a Van Gogh en el valle confundido entre campesinos huraños. Lo sabes por su chupalla gastada y su barba de varios días. Pero nunca ves sus ojos, probablemente asignados al pedrerío del camino o a escudriñar las serranías de la memoria.
Luego pensé en los poetas
Lo lamenté personalmente porque la he visto en transmisiones en vivo poniéndole bufandas de cercanía social a su padre, desde su propio hogar, junto a la chimenea, con un vino, apenas dejando de cenar, con Atria escarbando con la lengua sus restos de comida cual serpentil mondadientes. Y ella, llamándolo al ring cotidiano, al ras de suelo, al sentir de los que poco o nada tienen. Para que reflexione desde ahí, con la mirada y las ojotas del sueldo mínimo.
Le comenté a Romina que no me parecía apropiado actuar siempre al son de la derecha, dejar que el relato de ellos domine siempre la agenda, que sus estandartes de moralidad (teñidos de sangre, deshonor y abundante mierda) predominen siempre en la conducción política. Porque la batalla es permanente, y ellos, esencialmente, representan la maldad misma, la corruptela por antonomasia. Son capaces de todo, y así lo han demostrado millares de veces en Chile y el mundo.
Y en los sectores progresistas, que están lejos de salir indemnes de un enjuague de buenas prácticas, quedan sin embargo significativos sectores a quienes la ética sentida y asumida con honestidad, así como la ingenuidad respecto de la maldad de su antagonista, los termina enfangando y a menudo hundiendo.
Luego nos silenciamos y pensé en los poetas. ¿Cuál es su papel político en la historia? Y concluí sin mayor convicción ni entusiasmo en que los poetas militantes no son dañinos sino con un fusil. Y si es que saben disparar. O con maquiavelismo. Con los subterfugios perfeccionados de tanto escapar del hambre. Aunque debiéramos reconocer que los poetas desprovistos de sólidas columnas de ética pueden fácilmente producir otro Stalin, otro Karadzic, ambos orgullosos rapsodas. El Terror francés mismo fue obra y gracia de poetas. Y qué decir de Adolfito, a quien la poesía visual le apaciguaba la necesidad de urgente gloria.
Las bengalas de la poesía, pues, solo sirven para acompañar el desconsuelo, y escasamente para incendiar el ánimo. Véase en este último caso, Miguel Hernández. Y la poesía guitarreada de Violeta Parra. Eso me llevó a imaginar que las siguientes batallas tendrán tamborileos de Orihuela. Tonadas y marichiweus que asomaron en San Fabián de Alico.
Quise seguir mi disquisición por el callejón sin salida de la condición humana, pero allí todo lo anterior se esfuma, la gravedad misma se relativiza, y hay pantanos y geisers y trampas con clavos y gases de muerte disparados en fuego cruzado, y donde sobrevivir con dignidad no es menos difícil que un juego de calamar.
Fue el momento en que se me acabó el mate cocido y me dispuse a mentir literariamente sobre la vida.
Artillería metafórica
Me acerco a la obra Portales de Gabriel Salazar. Es una fresca mañana primaveral en San Fabián de Alico. La penúltima de septiembre. Han florecido los lirios blancos. El durillo ha desbordado sus ramas hasta oscurecer el maqui. Los toronjiles cuyanos se siguen multiplicando en portentosos manchones. Retamas y caléndulas reproducen un paraíso noldiano. En dos semanas ha crecido tanto el pasto que a los gatos solo se les ve la punta de la cola en su deambular ocioso. Para escabullirme del ruido ambiente que a ratos me distrae abro los archivos de Julia Lezhneva. Voz que apacigua mi cerebro. Melisa auditiva para la tristeza estacional que oprime mi pecho. Para la ansiedad de las horas y los días que se desgajan solo restando.
Hasta siempre Patricio Manns
No hubo premios nacionales de literatura ni música. Precisamente a uno de los más grandes. Suele suceder en republiquillas bananeras como la nuestra, olorosas a tufillo fascista y con la alfombra levantada en todos sus bordes de tanta porquería acumulada.
No queda mucho más que decir de nuestro lado. Tu autobiografía quedó inconclusa, allí donde dejarías constancia de tu participación en el atentado a Pinochet. Pero has dejado suficiente testimonio creativo en 17 novelas, 14 libros de ensayo y tres de poesía. Ni qué decir de las canciones, toda esa memoria viva que seguirá picaneando la deriva de la historia.
Hasta siempre Patricio Manns. Las multitudes hacen larga fila para despedirte. Un último gesto me tranquiliza. Esa bandera del Frente Patriótico Manuel Rodríguez sobre tu ataúd. Esa resistencia simbólica que ninguna televisora o pasquín oligarca podrá disimular.
Foto: Agencia UNO
Entropía setembrina
Amaneció con viento enfurecido. No ha parado la lluvia desde ayer. Las retamas florecidas azotan el ventanal. Voy por yesca de álamo seco a la casucha del fondo. El huerto se ve empantanado. El rancho de las ovejas parece una desvencijada arca de Noé rodeada de grandes pozones de agua turbia. Las gallinas no han salido a merendar y observan el desenlace del temporal desde el portal del gallinero. Vuelvo para encender la estufa. Los palos están algo húmedos. Gasto una cajita entera de fósforos. Por fin enciende. Caliento agua. Bebo mate cocido. Luego café. Mastico sin entusiasmo una marraqueta añeja con mermelada de rosa mosqueta. Romina se levanta y hornea los panes de semilla que dejó amasados anoche. Tatón se queda a hibernar otro día más en el sillón. Abro Youtube para buscar audiolecturas. Particularmente el canal Literatura para oír, inmejorable programa que nació desde la radio Bolivariana de Colombia. Me quedo con Roberto Calasso y su texto sobre cómo ordenar una biblioteca. Menciona las obsesiones del historiador alemán Aby Warburg que en carta oficial dirigida a la universidad de Hamburgo, manifestó que tal orden debía ser "un nuevo y único lugar psíquico en el cual las aspiraciones de Ernst Cassirer y de la universidad de Hamburgo tuviesen una función común: concebir y mostrar las formaciones de imágenes y el orden conceptual en un sentido psicológico-histórico como una oscilación intrínsecamente unitaria entre los dos polos". Estoy a medio comprender este punto cuando la entropía me asalta desde la ventana. Nuevamente el viejo zorzal ha venido a hincharme las pelotas. No importó que fuera domingo, que estuviese lloviendo a chuzos ni que el temporal pudiese provocar violentas turbulencias a su vuelo. Ahí está el viejo zorzal kamikaze, estrellándose una y otra vez, enviándome un probable Morse, quizá un mensaje espiritual de algún lugar del cosmos que aún no puedo descifrar.
AL MENOS BURLARSE / ALMENO BURLARSI
Machi Francisca Linconao: la mirada ancestral de la Convención Constitucional
Le cuento a Pablo Cingolani que justo hoy habló por primera vez y por vía telemática, la machi Francisca Linconao. Nos emocionamos al verla. Sus rasgos, su entonación, su mirada, su énfasis para remarcar las razones profundas por las que ella y su pueblo están participando en la Convención Constitucional. Su fiereza para exigir el respeto debido a la Presidenta Elisa Loncón.
Cingolani me responde en el mismo correo: qué fuerte lo que me contás, querido Jorge. Me acuerdo de la machi Francisca y su huelga de hambre y cómo la sentimos, cómo la admiramos, cómo la conocimos y la empezamos a querer...años antes, tuve amistad con otra mujer fuerte como ella, la lonko Cristina, que murió victima de la contaminación petrolera, allá en Neuquén...siempre recordaré su dignidad...a los mapuches, de un lado y del otro de la cordillera, siempre los han acusado de todo, siempre los han perseguido y siempre les han negado todo, ahora es cuando empieza a brillar su luz, ojalá sea faro y camino para toda Nuestra América, por ellos, porque lo merecen, pero también por nosotros, que andamos más perdidos que nunca...
Fotografía: Roberto Hess
En Lanús moríamos de soledad
Para Edu El Poeta Maldito
Echado de la historia
Faulkner no quería ser husmeado. Su vida privada debía cerrarse con un cerrojo inviolable tras su muerte. Sus cartas, su familia, sus amigos, sus asuntos, nadie tenía derecho a entrometerse. Ese era su deseo. La obra terminada debía bastar para admiradores y curiosos. La obra autonomizada de su autor. Un universo distinto y eternizable en la medida que el interés de los lectores lo dispusiera así.
En cierta ocasión le escribió al escritor Malcolm Cowley: «Estoy chapado a la antigua y soy además un tanto lunático. No me gusta que mi vida y mis asuntos privados puedan ser utilizados por todos aquellos que puedan pagar el precio que está marcado en el libro, o porque tienen un amigo que lo compró y se lo va a prestar. Mi ambición, como persona reservada que soy, es que me borren y echen de la historia, sin dejar rastro, sin más restos que los libros publicados; ojalá hace treinta años hubiese tenido suficiente perspicacia para prever lo que iba a ocurrir como algunos isabelinos, y no los hubiese firmado. Es mi propósito que, vencidos todos los esfuerzos, la esencia y la historia de mi vida, que en la frase equivalen a mis exequias y mi epitafio, sean ambas: Compuso libros y murió».
Esta noche recordé esa determinación al abrir las Cartas escogidas de William Faulkner. Trabajo recopilatorio que realizó su también biógrafo Joseph Blotner.
Jill Faulkner Summers, hija y albacea del gran escritor norteamericano, facilitó el camino para que el conjunto de huellas escritas de su padre fuesen divulgados.
Es decir, ni su hija, ni su biógrafo, ni sus admiradores, ni estudiosos, ni yo mismo, en esta fría noche cordillerana de junio, hemos respetado la voluntad del escritor.
Avanzo en ese trajinar cotidiano que expresan las cartas. Nada es intencionalmente literario y a la vez todo es literario. Paradoja irresoluble. Faulkner, hombre práctico al que poco le importaba filosofar sobre trascendencias, tenía perfecta conciencia de la calidad del universo literario que estaba construyendo. Y la tenía porque iba entrelazando un tejido complejo con meticulosidad de artesano. Por eso todo lo tangible, humano, posible e imaginable le concernía. Eran los insumos para su fábrica creativa. Y esa inmensa variedad de temas es lo que reflejan sus cartas.
Se acerca la medianoche. El toque de queda pandémico nos ha sobrecargado de silencio. Lo combato con Nulla in mundo pax sincera interpretado por Emma Kirkby. Algunos perros lejanos parecen mordisquear la baja niebla con ladridos monótonos.
Se suman cartas con pisco añejo y maní tostado mientras sigue bajando la temperatura en el valle de San Fabián de Alico.Cuadernos de la Ira de Jorge Muzam is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.