El silencio es como el sonido de un abejorro encerrado en una catacumba. Debe ser porque escuchas tu funcionamiento interno. Ese trote de neuronas chasquis con mensajes no muy relevantes. Noviembre se despliega con soles y lunas multiplicados. Ves a Van Gogh en el valle confundido entre campesinos huraños. Lo sabes por su chupalla gastada y su barba de varios días. Pero nunca ves sus ojos, probablemente asignados al pedrerío del camino o a escudriñar las serranías de la memoria.
Cada cabeza es un mundo disparatado, maravilloso, cada corazón una nube de emociones llena de espejos. Con eso alcanza, supongo, para alimentar a esos abejorros.
ResponderEliminarMe encantó lo que escribiste, con tanta precisión, consiso, con movimiento y colores.
Un saludo.
Ariel