He cosechado el primer ají de mi huerto. Esbelto y brillante, fue usado para picantar el paté de hígado de cordero. Los siguientes ajíes sazonarán ensaladas y guisos o escarmentarán la bravura de algún borracho.
Muy temprano comencé a arrancar las plantas de arvejas y a amontonarlas sobre una lona. Luego apaleé los capis secos para que se abrieran y dejaran caer las arvejas. El polvillo y el calor me hicieron desistir pronto y la tarea quedó a medio camino. Antes de almorzar coseché el primer pepino que fue mezclado con la ensalada de porotos verdes y cebolla. Todo proviene del huerto. Lorena extrae a diario matas de cilantro, hojas de acelga y ramitas de tomillo, albahaca y orégano. Hago lo mismo con las lechugas romanas. Cada día se va al menos una a la ensaladera. Las sandías, morrones y zapallos aún están pequeños, al igual que las papas, de las que sólo podemos elucubrar sobre su crecimiento subterráneo. Sin embargo, muy pronto los enormes tomates verdes se teñirán de rojo y se incorporarán al festín culinario.
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