Una oveja malcriada se acerca a la ventana donde bebo mi café matinal. Está acostumbrada a recibir zanahorias y frutas de mi mano. Miro alrededor y no encuentro los alimentos requeridos por la dama, así que pruebo con una bolsa de zucaritas añejas que encuentro en la alacena. Tienen forma de caritas alegres. Las hay verdes, rojizas y amarillas. Tomo un puñado y se las ofrezco. La oveja husmea con cierta desconfianza. Finalmente decide probarlas. No parece contenta. Más bien hace gestos de desagrado, como un bebé que prueba accidentalmente limón. Sin darme las gracias se da media vuelta y se marcha dejándome con la mitad de las zucaritas en mi mano.
Pintura: Alice Brozofsky
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