Irrational Man

Tarde gris de encierro y mate dulce. La chimenea consume a media máquina trozos de pellín. Campesinas de manos rugosas y rostro aporreado pasan vendiendo pajaritos y calzones rotos. El desempleo invernal se ataca en la cocina. Los esnob venden sushi a través de sus páginas de Facebook. La cosa es no quedarse de brazos cruzados. Almorzamos temprano. Arroz con verduras, estofado de pescado y un brindis con vino barato por Dostoievski. Frugalidad culinaria en veinte minutos para aprovechar la breve tarde de mayo. Hurgamos en los sitios de cine. Consensuamos Irrational Man de Woody Allen. Joaquin Phoenix interpreta a Abe, un filósofo alcohólico deshojado de razones para vivir. Dicta clases por inercia e intenta avanzar inútilmente en un libro sobre Heidegger. Nada lo conmueve. Nada lo hace remontar. El sexo no lo seduce. La amistad con una de sus alumnas es un mero transcurrir. Hasta que un incidente fortuito lo saca de su letargo. En la mesa contigua de un restaurante escucha a una mujer sufrir por el daño que a ella y a sus hijos le provocan las decisiones de un juez. Asesinar a ese juez desalmado le resulta motivador al protagonista. Eliminar a una cucaracha que hace daño a personas inocentes lo considera un acto digno de ser asumido.  Lo que viene a continuación es el enfrentamiento entre dos posturas antagónicas frente a la vida. Por un lado la moralina convencional del stablishment y por otro la ética única y personal del profesor justiciero. Lo claro es que a cierto nivel reflexivo pasas a ser tu propio conductor y en ese punto no hay nada ni nadie que pueda disuadirte.

Levedad ambulante

Cuando pasan los días y no tengo tiempo para sentarme a leer un buen libro, siento que me convierto en una levedad ambulante, sin médula, sin peso específico, incapaz de generar pensamiento propio, de alimentar la voz literaria, o siquiera de construir un cacharro inútil. Llueve a cántaros. Hemos llegado saltando sobre pozas. En el camino compramos hallullas donde Jiménez. Nos sacamos las parcas mojadas. Tatón quiere entrar pero está convertido en un estropicio perruno. Gusta de perseguir a los pollos bajo la lluvia y se embarra y se pincha de zarzamoras. Lorena prepara café. Esparzo galletas de avena sobre un pocillo y me apresuro a abrir un libro, cualquier libro. Es mi oxígeno, mi píldora, mi evasión ante todo lo miserablemente fútil que hay sobre la tierra.

Cachivaches literarios

La vida cotidiana nos provee de abundantes cachivaches literarios. Batiburrillos de cosas que nadie entiende, que pertenecieron a otras vidas, a otra época, probablemente acariciados por espíritus nostálgicos,  barnizados de memoria en disolución...


Fotografía: Jorge Muzam



Percepciones antagónicas sobre la dignidad humana

Del abuso explícito se pasó al cinismo, a la risa de hiena, que acecha, que mordisquea a traición y abusa doblemente. Lo dice Ferrufino respecto a la Bolivia de Evo, lo enfatiza Lorena sobre su Argentina desguazada por el macrismo y lo reitero respecto a Chile y esta tropa de extremistas neoliberales que nos tienen a medio morir saltando. Parece un fractal de la desvergüenza. Lo peor se atrinchera en los puestos políticos, no en la política que es tarea de todos. Guerrilla retórica, incendiaria, donde nunca estaremos de acuerdo, porque los intereses son antagónicos y la percepción ante la dignidad humana es diametralmente distinta. 

Siempre irás engañado


Creemos comprender a Kinski cuando una mujer negra lo inquiere por sus andrajos, por su ausencia de brújula, por su porvenir:

¿Por qué vas descalzo?
No confío en los zapatos.
¿Por qué vas a pie?
No confío en los caballos.
¿Por qué vas solo?
No confío en las personas.

Quisiéramos tocarle el hombro para advertirle que siempre irá engañado. Que lo traicionarán nubes y hombres. Si pudiera él nos diría lo mismo.

“El diablo es blanco. La muerte es blanca. Todos los blancos están medio muertos” dice el vocero del rey loco de Dahomey.

Kinski masculla: "Aquí los muertos estamos más vivos que los vivos".

Su último engaño será el espejismo de la nieve más allá de un bote inmóvil.

Tecleos de máquina oxidada

Leo a Bruno Schulz, escucho jazz, bebo café, dibujo caricaturas sin levantar el lápiz, se me hielan los pies, salgo a tomarle fotos a los bancos de niebla que se adhieren a las quebradas. En el camino pruebo ciruelas bañadas con rocío cordillerano y mastico el amargor de una hoja de naranjo. Atravieso cercos de púas, descampados con vacas melancólicas, lontananzas disueltas en colores de Turner, de Constable, de Van Gogh. Piso heno podrido, zarzales tiernos, hormigas argentinas, voy algo rápido, como deshaciéndome de la opresión de mi pecho, huyendo de los buitres que me sobrevuelan con la servilleta puesta, imponiendo restricciones severas a los devaneos irresponsables de mi mente. El dolor debe escamotearse antes que pulverice lo poco que va quedando. Los perros flacos le ladran a los conejos burlones. Las gallinetas desfilan contra el sol. Los exasperados gansos buscan a sus dueños para espetarle su hambre. Levanto los ojos hacia la bruma. Las montañas desaparecen si nadie las necesita. Nuestra condena consiste en transportar la tristeza y la alegría a todas partes. Si asciendes la condena se superlativiza. Un murmullo de abejas persigue mi mente. La envuelve, la atrapa, la convierte en miel de cocodrilo. Apurarme no es suficiente. Todo lo que tengo es esta acumulación de palabras, tecleos de máquina oxidada, carpinteros obcecados en un abedul muerto.

Filósofos beodos

En esos tiempos leía a Jorge Teillier. Lo leía ante mis amigos borrachos. Yo mismo era medio curaíto, entre beodo y canalla. Las mujeres no me estimaban más allá de un uso práctico. Nos solíamos reunir con el huaso Marciel, Takanori Tachi y Tito Cartagena. De cuando en cuando llegaba Pablo Bustos, impetuoso y burlón, a chupárselo todo. Los cinco teníamos mala reputación. Es decir, capeábamos clases para aceitar gargantas con un Cochiguaz. El pisco era muy malo y nos dejaba resaca de dos días. Al día siguiente volvíamos temprano a clases de Gabriel Salazar o Luis Vitale. Los ojos rojos, mucho bostezo disimulado, notitas obscenas de mano en mano. Luego un café ordinario en el casino, lecturas de Thompson en la biblioteca, Hobsbawm en el patio, impresiones al pasar, burlas mutuas y otro Cochiguaz para la tarde.


Imagen: Jorge Muzam, Takanori Tachi y Luis Marciel. Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, 1998.

Fúsi (Corazón de gigante)


El gris fantasmal de la madrugada nos envolvió de bufandas y orejeras. El whisky argentino nos hizo corcovear, caminar rápido, faroles como estelas, llegar a casa, café y resurrección. Vimos Fúsi, película islandesa reciente. Trata sobre un gordo tranquilo, rutinario, compasivo. No sabe de novias, de amor, de diversión. Vive con su madre. Trabaja en carga de equipaje en un aeropuerto. Sus compañeros le hacen burlas hirientes, pero Fúsi no responde, no agrede, no denuncia. Su rutina consiste en recrear escenarios en miniatura de la segunda guerra mundial, en comer comida tailandesa y en pedir temas metaleros a un locutor amigo para escucharlos en su camioneta. Su imperturbable rutina se ve alterada por un obsequio de cumpleaños: un curso de baile. Fúsi es empujado a socializar pero carece de precedentes. No sabe de qué hablar, cómo conducirse, qué actitud tomar. Conoce a una mujer tan solitaria como él. Atormentada, depresiva e inestable. Fúsi la protege pese al rechazo de ella. Le prepara comida, le limpia su hogar, la cubre ante el frío. Ella reacciona y parece volver a la vida. Sonríe, se proyecta y hasta sugiere un futuro junto a Fúsi, pero los caminos de la vida suelen tener abundantes desvíos, letreros borrosos y precipicios insalvables.

Apuntes sobre el neoliberalismo


Desde pequeño fui un respetable lector de textos económicos. Eran los setenta. Tiempos de dictadura, de revanchismo político y reorganización económica del país tras la breve experiencia socialista de la Unidad Popular.

Leía todo lo que caía en mis manos. Desde esas infamias embaucadoras del régimen militar tituladas El ladrillo y Conversaciones sobre economía (librillo didáctico sobre las bondades del neoliberalismo y demonización del socialismo que circuló por todo el territorio; en cada casa había decenas de ellos y no pocas veces se usaron para encender el fuego matinal), hasta los cuerpos de economía de El Mercurio, sus columnistas, sus perspectivas, sus clasificados.

Milton Friedman y sus Chicago Boys eran las estrellas del momento, las luminarias que nos guiarían hacia un futuro superexitoso. Leí cada facsímil ideológico del diario La Nación (entonces una basura apologizadora del régimen) Leí sobre las bondades de la liberalización de la economía, las ventajas comparativas, la inversión extranjera, la necesidad de achicar el Estado, bajar los impuestos, desregular el mercado financiero, acorazar los bancos, privatizar las empresas públicas, recortar el gasto social, promover el emprendimiento individual, y leí sobre los miles de millones de dólares que irían desembarcando en nuestra avasallada patria y que traerían progreso para todos.

No leí entonces El Capital de Marx ni ningún texto que me mostrara otra versión de la realidad, por cuánto todo estaba escondido o había sido quemado por miedo o por odio.

Mi descreimiento nació solo, al contemplar la realidad de cada día. La precarización y la incertidumbre de la mayoría. El desastre del 82. El desempleo, el no tener a qué echar mano, a quién recurrir, el hambre, las zapatillas rotas, la miseria extendida. Y por otro lado el circo exitista de la prensa controlada, el país pujante, exportador de materias primas, la antesala del desarrollo, la vieja oligarquía sobándose las manos, los generales sonrientes besando niños ante las cámaras, y el enriquecimiento de unos pocos acomodados políticos, las sabandijas del régimen, usualmente la más rastrera y codiciosa peste de cada localidad, amparados por la restauración del poder feudal de los terratenientes y su corte de lameculos. Incontrarrestables hasta el día de hoy. La llegada de la democracia sólo sirvió para legitimar a estos grupos, para blanquearlos ante la opinión pública, y la gente común tuvo que seguir rindiendo pleitesía a este gatopardismo populista de extrema derecha.

Con los gobiernos centroizquierdistas la orientación económica no varió un centímetro. Más bien se acentuó hacia un neoliberalismo aún más salvaje y despiadado. La dirigencia que se hizo del poder quería limpiar su imagen de inepta, congraciarse con el gran empresariado, competir con la tradición oligárquica y llegar a ser mejor que ellos, o parte de ellos. Siguieron desembarcando decenas de miles de millones de dólares a lo largo de todo Chile. Las transnacionales tuvieron su festín. Desde el desierto a la Patagonia. Éramos la joya del Pacífico. Un país casi sin reglas, sin control fiscal, sin sindicatos, con escasos impuestos y leyes laborales estibadas desvergonzadamente hacia el empresariado.

El hecho es que para el ciudadano común la vida no cambió hacia algo positivo. El trabajo siempre fue precario. Los sueldos de hambre. Se destruyeron las microeconomías de subsistencia. Se depredaron extensas zonas del territorio, se arrasó con la fauna marina, se contaminó a vista y paciencia, y luego, cuando quedaba el peladero, los inversionistas se marchaban dejando miseria y desolación.

El drama actual de Chiloé es sólo un botón de muestra del paso arrollador del neoliberalismo y la ineptitud centroizquierdista.

Volver a Joyce

Despertar en una habitación extraña, sin país, sin estación, sin sol reconocible. Tardar algunos minutos en recordar los últimos sucesos, cómo llegaste hasta ahí, quién te acompañó la víspera. Dónde quedó el intermezzo. Dónde las razones. Las circunstancias diluidas. Recuerdas Paris-Texas, donde la vida atropellaba como un vagón de carga y no sabías por qué. Nadie lo sabía. En qué exacto momento se bifurcaban los buenos deseos. Aún no sabes, no quieres saber, mejor despertar no sabiendo y que el día simplemente transcurra. 

Pero sabes, y esa es tu maldita doble cara. Lo sabes aunque cierres los ojos y finjas ante ese parpadeo oscuro. El sol sigue ascendiendo, este sol extraño, opaco, sin perspectiva, que no calienta ni alumbra. Sabes demasiado, y al saber tu corazón estalla de culpa como una bola de cristal lanzada desde un peñasco. Es mejor volver a Joyce y Nabokov. Así le digo a McCaves. Para sobrevivir, para imantar tu pensamiento de lenguas alternas y encontrar el tono para seguir escribiendo nuevas mentiras.

Arrayán macho / Notas sanfabianinas

Ascendiendo por el borde de estero Lara.

Lorena me miró con reprobación cuando probé un par de frutos del arrayán macho. Seductoras esferitas lilas, muy dulces y sabrosas, ante las cuales no me pude resistir. El temor reprobatorio de Lorena provenía de haber leído Into the wild y el probable envenenamiento de Christopher McCandless. Dije que no lo haría más, pero apenas se descuidó ingerí otras cinco pelotitas. 

Ocurrió el sábado pasado, en medio del Taller de Flora Nativa, mientras ascendíamos bordeando el estero Lara. Minutos antes había probado el fruto del lingue, que es un primo salvaje de la palta o aguacate. De diminuto tamaño y sabor astringente, dejaba en el paladar una sensación similar al de la palta chilena. 

La tarde estaba fría y en la cumbre de los cerros avanzaban veloces nubarrones blanquecinos. En medio del bosque húmedo se oían chucaos y tórtolas argentinas. Juan Carlos y Mauricio, los expertos encargados del taller, disertaban a cada paso sobre las peculiaridades de cada árbol y cada fruto y sobre la fortuna de que San Fabián concentrara la mayor diversidad de especies arbóreas de todo Chile. 

Temprano nos habíamos juntado en el vivero de árboles nativos, donde contribuimos a preparar semillas de corcolén, peumo, lleuque, luma y araucaria y a plantarlas de acuerdo a la forma que nos iban indicando. Luego nos trasladamos al camping municipal y desayunamos nueces, sumo de uva, castañas cocidas, pan amasado con palta, huevo o miel, té y café para los friolentos y mucho mate. Confluyeron conservacionistas, universitarios, profesores, secundarios, especialistas forestales, espíritus libres y místicos de toda la región.

Y respecto a las frutitas del arrayán macho puedo dar fe que son inocuas. No aluciné, no me intoxiqué ni me transformé en algo distinto.

Fruto del peumo
Fruto del arrayán macho
Lorena preparándose para el ascenso

A medio camino
Encino vestido de otoño

Copihues


Abrazando a un amigo 
Foto: Unidad Ambiental de San Fabián

Mustang


Fría noche sabatina. Café con whisky para espantar demonios polares. El humo de la chimenea se diluye en la niebla lechosa, tal como el recuerdo de antiguas noches de mayo. Se oyen queltehues exaltados por perros vagabundos. Buscamos una película no hablada en inglés o gallego. Llegamos a Mustang. Cinta turca dirigida por la debutante Deniz Gamze Ergüven. Ambientada en un pueblo turco, cuenta la historia de cinco hermanas huérfanas cuidadas desde pequeñas por su abuela y un tío. Ya se han convertido en adolescentes y en apariencia no se diferencian de otras muchachas en el mundo. Alegres, bullangueras, sobrecargadas de energía. 

Pero crecer suele tener un costo muy alto para una mujer en una sociedad conservadora. Y de esto se trata la película. De ese choque frontal entre la expectativa y la tradición. 

Al fulgor de la vida adolescente se le van adhiriendo cadenas, yunques, silenciadores de risa, bolas de acero. La tradición desploma la mirada y apaga la ilusión de vivir. En adelante no se existe más que para acatar, servir y procrear. Es la lenta muerte de la mujer, de su potencialidad, de su unicidad. Huir parece un despropósito. Turquía se asemeja a una gran prisión. Y más allá no es muy distinto. 


Link para ver la película completa:
http://www.pelispedia.tv/pelicula/mustang/

Duele Chiloé

Duele Chiloé. El hambre. El abandono. La incertidumbre de los pescadores. El gobierno, como los anteriores, torpe, desacertado o clasista, no hace más que avivar la mecha del descontento. Humilla con posibles migajas, declara insensateces, envía fuerzas represivas. El empresariado salmonero que ha contaminado las aguas se lava las manos. Nadie los controló nunca. Las personas se toman las calles, encienden fogatas, cantan canciones. En los días excepcionales la alegría chisporrotea. Alegría que emana de cada rebelde por saberse digno, presente, activo. Salen a la calle los verdaderos líderes sociales, las organizaciones de base, los estudiantes, los desempleados. A las autoridades provinciales y comunales no se les ha visto la cara. Es lo usual. Las ratas se esconden ante cualquier peligro. La distancia entre los de abajo y los acomodados políticos, entre el pueblo y el empresariado más abyecto es tan nítida y abismante que no da lugar a medias tintas, a interpretaciones, a ambigüedades. Es lucha de clases, es resentimiento, postergación, furia contenida, caldera en ebullición. Cualquier acuerdo será un mero calmante, una tregua, una veladura de armas, porque en Chile nada se soluciona nunca.

Buscando a Ron

Las cenizas del último incendio se han disipado en la noche azulada de mayo. Oscureciendo una garza solitaria nos quedó mirando desde un potrero aledaño al camino. Tras ella, una vaca negra servía de telón de fondo. Durante la breve tarde recorrimos el poblado buscando a mi perro. Vimos quiltros marrones detrás de rejas oxidadas, apuradas siluetas de perros callejeros, pero ninguno se asemejaba a mi poeta pulgoso. 


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