Duele Chiloé. El hambre. El abandono. La incertidumbre de los pescadores. El gobierno, como los anteriores, torpe, desacertado o clasista, no hace más que avivar la mecha del descontento. Humilla con posibles migajas, declara insensateces, envía fuerzas represivas. El empresariado salmonero que ha contaminado las aguas se lava las manos. Nadie los controló nunca. Las personas se toman las calles, encienden fogatas, cantan canciones. En los días excepcionales la alegría chisporrotea. Alegría que emana de cada rebelde por saberse digno, presente, activo. Salen a la calle los verdaderos líderes sociales, las organizaciones de base, los estudiantes, los desempleados. A las autoridades provinciales y comunales no se les ha visto la cara. Es lo usual. Las ratas se esconden ante cualquier peligro. La distancia entre los de abajo y los acomodados políticos, entre el pueblo y el empresariado más abyecto es tan nítida y abismante que no da lugar a medias tintas, a interpretaciones, a ambigüedades. Es lucha de clases, es resentimiento, postergación, furia contenida, caldera en ebullición. Cualquier acuerdo será un mero calmante, una tregua, una veladura de armas, porque en Chile nada se soluciona nunca.
Cuánta injusticia! Duele y da mucha rabia!!
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