El gris fantasmal de la madrugada nos envolvió de bufandas y orejeras. El whisky argentino nos hizo corcovear, caminar rápido, faroles como estelas, llegar a casa, café y resurrección. Vimos Fúsi, película islandesa reciente. Trata sobre un gordo tranquilo, rutinario, compasivo. No sabe de novias, de amor, de diversión. Vive con su madre. Trabaja en carga de equipaje en un aeropuerto. Sus compañeros le hacen burlas hirientes, pero Fúsi no responde, no agrede, no denuncia. Su rutina consiste en recrear escenarios en miniatura de la segunda guerra mundial, en comer comida tailandesa y en pedir temas metaleros a un locutor amigo para escucharlos en su camioneta. Su imperturbable rutina se ve alterada por un obsequio de cumpleaños: un curso de baile. Fúsi es empujado a socializar pero carece de precedentes. No sabe de qué hablar, cómo conducirse, qué actitud tomar. Conoce a una mujer tan solitaria como él. Atormentada, depresiva e inestable. Fúsi la protege pese al rechazo de ella. Le prepara comida, le limpia su hogar, la cubre ante el frío. Ella reacciona y parece volver a la vida. Sonríe, se proyecta y hasta sugiere un futuro junto a Fúsi, pero los caminos de la vida suelen tener abundantes desvíos, letreros borrosos y precipicios insalvables.
Buena reseña, dan ganas de verla! Esta misma noche!
ResponderEliminarEl final.. uff.. Gran película. Un gordo encantador.
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