Sol y puelche en el valle. Florecen albaricoques y aromos. Desde el jardín los botones de camelias se expanden como luces rojas de un lenocinio celestial. Hoy leeremos a Bret Harte, Panait Istrati y Vicente Pérez Rosales. Al primero se le considera el padre de los criollistas latinoamericanos, aunque por ahora me interesa sólo como narrador, como hilvanador de frases limpias de grasa. Por cierto, era un buen titulador. Quien sino él podría llamar un relato De cómo San Nicolás llegó a Simpson's Bar. Panait Istrati no necesita adjetivos ensalzadores. El era un dios plebeyo, un unificador espiritual de la humanidad. Y Pérez Rosales no lo hacía nada de mal contando sus patiperreos por la vieja California, viajando de polizonte hasta Brasil o arrancando de las balas gauchas en la Patagonia. Será una noche larga de luna menguante y sombras tenebrosas bailando foxtrot.
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