El penal borroso

Los vecinos se encargaron de expandir el rumor con celeridad. Una tía lejana nos había regalado un televisor a color. Sin quererlo habíamos escalado automáticamente varios peldaños sociales debido a ese aparatito con el que nadie más contaba en el pueblo. Nos trataron de ricachones, creídos y perdimos varias amistades que no nos volvieron a mirar con los mismos ojos, y todo por un simple televisor regalado. Era 1982, el año del mundial de fútbol y del penal perdido de Caszely, el año en que comenzaba un largo período de carestía e inflación.

Las imágenes de Televisión Nacional se distinguían con dificultad, como espíritus deformes al otro lado de un aguacero. San Fabián, encerrado por altos cerros, no facilitaba el tránsito de la señal de las antenas repetidoras que estaban a cientos de kilómetros de distancia. Nuestra casa estaba ensombrecida por dos enormes encinos, tres castaños añosos, seis guindos negros y veinte durazneros de distintas variedades. Mamá hizo un sacrificio económico y compró una antena de aluminio. La instalamos en distintos rincones y alturas, pero al final todos nuestros esfuerzos por ver imágenes limpias fueron inútiles, y tanto el penal perdido de Caszely como el resto de las maniobras de los futbolistas chilenos tuvimos que imaginarlas a partir de los comentarios de Pedro Carcuro.


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Pornoliteratura

No todo podía ser un continuo flip flap. Parte de mis anteriores obras abusaron de ciertos condimentos vulgares de la pornoliteratura. Es cierto que eso me atrajo multitud de lectores impensados (que personalmente no me resultan atractivos) y me alejó hasta distancias siderales de las legiones feministas, la crítica pacata y los arribistas exquisitos de las letras. No he vuelto a escribir así porque le perdí el interés. El tema erótico, sea intencional o no, se agota muy rápido. Los seres humanos se convierten en animales salvajes al acoplarse, y lo mismo valdría retratar un par de conejos o burros.

Dictadura de la corrección


Confieso que a veces me muerdo la lengua por no poder defenderme de personas que se escudan en la dictadura del lenguaje políticamente correcto.

 Desde hace años que no es posible defenderse del ataque de un homosexual, de una lesbiana, de una feminista, de un minusválido, un gordo, un negro, un indio, un anciano, un menor de edad,  una mujer y menos que nadie de un susceptible judío.

No es algo personal contra grupo alguno, contra condición alguna, creo tener mis prejuicios a raya, pero muchos de ellos suelen actuar con extraordinaria agresividad escudándose en la imposibilidad de que les respondan de vuelta. 

A ese lado del paraíso


Trabajo para permanecer, para que esto que a veces parece tan fútil, no se descascare con la lluvia de un solo invierno. Voy por más, no es posible retroceder, no es posible asentarse o dormirse. La vida es insomnio, es prisa, es saltar sobre huevos, caminar sobre brasas, respirar aliento de jazmines y también bufonadas expelidas con licor vinagre.
Voy más allá, al otro lado del paraíso. A este lado ya existo. A ese lado quiero existir.


Imagen: Severi

Fusión inevitable

Mi mente suele ser un barullo de todo lo que es posible imaginar. Los tiempos coexisten, los recuerdos prosiguen su aventura, lo real  y lo imaginario hacen camino al andar o transitan por viejas rutas sin cuestionarse el uno al otro. El hombre y el escritor se fundieron hace tiempo y ya no es posible entenderme por separado.


Imagen: Boudoir, de Yerka Jacek

Cuentos favoritos

Los cuentos favoritos de Harold Bloom son "Así se hacía en Odesa" de Isaak Bábel, y "Tía Dolor de Muelas" de Hans Christian Andersen. No explicita la razón en su libro Cuentos y Cuentistas, aunque quizás cumplan a cabalidad con los tres criterios de grandeza que utiliza para escrutar la literatura de imaginación. Es decir, esplendor estético, poder cognitivo y sabiduría. 
Hay cuentos que recuerdo con más afecto que asombro estético, y entre ellos los que primero se me vienen a la mente son El Capote, de Gogol, El rosedal, de Julio Ramón Ribeyro, No oyes ladrar los perros, de Rulfo, y El registro, de Baldomero Lillo. Por cierto que haciendo un ejercicio de memoria más pausado se me van apareciendo una larga secuencia de autores que me han cautivado con sus cuentos. Entre ellos, Bashevis Singer, Nabokov, Truman Capote, Francis Bret Harte, Jack London, Manuel Rojas, Stephen Crane, Antón Chéjov, Jorge Luis Borges y León Tolstoi. Lo bueno de todo esto es que no existe un molde para escribir un buen cuento, sino una multiplicidad de formas validadas en la efectividad de narrar brevemente un asunto interesante. 

Gramsci, el terror sutil

Afloraron inquietudes intelectuales en los boys de la UDI. La extrema derecha chilena está preocupada por las teorías de Gramsci y una supuesta guerrilla cultural implementada desde la centroizquierda que estaría intentando desbancar, muy sutilmente, el predominio neoliberal en Chile. Muy creativos ellos, le han llamado "Comunismo 2.0".

Diálogo entre vivos y muertos


Me adentro en un bosque. La hierba está alta. Los difusos senderos se pierden a pocos metros. Me siento sobre una piedra adornada de musgo, cierro los ojos y escucho el murmullo de los abetos. Los vientos arremeten contradictoriamente, desde el este o el sudeste. Hace días que no leo de manera sistemática, sólo versos breves, minúsculas estrofas de Robert Frost o titulares de la prensa fascista. No ha sido intencional. Puede ser una opción inconsciente que toma mi ser para reestibar su espíritu, para reacomodar emociones, para sacudirse de viejas prácticas. Me concentro en el murmullo y por un momento olvido que existo.

Desesperado Morse

Levanto los ojos hacia mi biblioteca que ya llega al techo. Libros viejísimos que se desarman solos. Libros comprados en ferias callejeras a precio de papel de envolver. Los libros más pesados sostienen a los más débiles. Los últimos quedan apretujados. Busco lecturas para una hora sombría. Mis dedos palpan libros sin demasiada convicción. Decido no perder más tiempo y saco a Los hermanos Karamazov. Antes de bajarme de la escalera alcanzo a sacar también El tiempo recobrado. Vuelvo siempre a los clásicos, como si luego de ellos no se hubiese escrito nada relevante. Sé que no es así. 

Los dejo sobre el escritorio mientras lleno mi copa de cogñac. Me bebo la primera copa al seco y los quedo mirando. Siguen cerrados. Lleno nuevamente la copa. Bebo la mitad y me siento. Sigo viendo sus tapas, sus nombres rimbombantes, la esencia de la cultura contemporánea, con sólo nombrarlos algunos hijos de su puto padre se hacen pasar por intelectuales. Me acechan las tinieblas del resentimiento. Me da por pensar que todos esos huevones era ricos y tenían enormes fincas y sirvientes que los mantenían. El ocio y la abundancia les permitían perseguir el sol. Por eso escribían maravillas. Yo, en cambio, debo escribir en un morse desesperado para poder sobrevivir.

Una extraña costumbre

A comienzos de los noventa me fui a estudiar Literatura a Santiago. Como carecía de un círculo social que orientara mi tiempo libre, tuve que improvisar mis propios pasatiempos. Entre ellos, el que más me agradaba era dedicar la mañana de los domingos a recorrer las ferias callejeras. En Santiago abundan y suelen tener kilómetros de largo. Allí se vende de todo lo imaginable, desde motores de camiones, braguitas diminutas, herramientas oxidadas, juguetitos de McDonald's hasta chaquetas de cuero robadas. Pues en aquellos días, mi único interés para levantarme tan temprano era salir a buscar libros y revistas usadas. 

Cuadernos de San Fabián

Avanzo sin un plan de ruta en los Cuadernos de San Fabián. Podría llamarse Cuadernos de Sidney, Manila o Cochabamba y la situación no sería muy distinta. En cada lugar sale el sol de una forma parecida. Intento querer a la especie humana pero me cuesta demasiado. Quiero pincelar a ciertos hombres y mujeres ganándole a los infortunios de la vida, pero acabo describiendo a puros hijos de puta envidiosos y malintencionados. En lugar de sentir empatía por los cazadores que salen a divertirse o a buscar su comida, me abanderizo por los conejos que huyen entre la zarzamora, por las codornices que marchan en fila sin molestar a nadie o por los pejerreyes que disfrutan de un sol tembloroso.  Esto me distancia de ese benefactor moral de la humanidad apellidado Tolstoi. No puedo ser un chico bueno, aunque de verdad que lo he intentado. 
Crepitan los leños de la chimenea. Las noches están muy claras por la luna menguante. Silencio de perros lejanos. Hora de abrir las crónicas españolas de John Dos Passos.

Me duele Valparaíso

Ardió Valparaíso. Días y noches en llamas, como la antesala de un infierno inmerecido. Las imágenes retratan el desamparo de miles de familias justo antes del invierno; niños, madres, ancianos y obreros, algunos con la mirada perdida deambulando en los albergues, y otros paralizados en el mismo lugar donde sólo quedan restos humeantes.
Sin embargo, al amanecer ascienden legiones de jóvenes entusiastas a remover con sus palas los escombros. Es el comienzo de un nuevo comienzo.

Todas íbais a ser reinas


Leo noticias sobre las atrocidades cometidas por militares guatemaltecos en los años 80. Fue una política sistemática de tierra arrasada alentada desde Washington y ordenada por el gobierno guatemalteco de la época. Los militares peinaban los territorios en busca de señales guerrilleras y en el camino violaban a todas las mujeres que encontraban a su paso. Violaciones masivas que incluían palizas y torturas y de las que no escapaban ni las niñas pequeñas.

En Chile y Argentina ocurrió otro tanto, atrocidades parecidas perpetradas por militares y civiles adictos a las dictaduras. En cada conflicto, en cada recalentamiento histórico, las mujeres suelen llevarse la peor parte. Nadie las defiende. Se les considera a lo mucho un mero botín sexual. 

Boric & Jackson


Es el tema más eludido por las camadas políticas que gobiernan o que tienen representación parlamentaria en Chile. El sueldo bruto de un parlamentario asciende a la astronómica cifra de 40 veces el sueldo mínimo. Y si le agregamos las asignaciones que contribuyen al buen ejercicio de tan esforzada labor, el salario final llega al centenar de sueldos mínimos.

Gabriel Boric y Giorgio Jackson, jóvenes diputados recién asumidos, provenientes de las máximas dirigencias del movimiento estudiantil, han vuelto a poner el dedo en la llaga de esta desvergüenza, y proponen rebajarlo al menos un 50% en una primera etapa. Eso ha bastado para que las acomodadas jaurías de los partidos tradicionales se lancen a despedazarlos. Pero ellos se han curtido batallando desde pequeños y están muy lejos de sentirse intimidados.

Boric & Jackson son la prueba más clara de que el problema no es la política, sino la sobreabundancia de ratas que han carcomido nuestra forma de entendernos políticamente. Dos muchachos que le generan insomnio a la derecha y a los partidos tradicionales de centroizquierda, porque son la novedad, la frescura, la sensatez entrando por la puerta ancha de la política, ya que fueron elegidos por una amplia mayoría en sus respectivas circunscripciones.

Cuando Boric llegó por primera vez al Congreso, el 11 de marzo pasado, lo hizo sin corbata, y eso bastó para que la prensa chilena, tan liviana en sus contenidos, dedicara semanas de titulares y debates televisivos a descuerar a ese provocador subversivo que se sentaba sobre las usanzas patrias. Pero Boric no transó ante tanta hipocresía y siguió con su cuello descubierto. Entonces la prensa conservadora empezó a reparar en su melena despeinada, en su barba mal recortada, en su aparente relajo, en sus bostezos, y volvió a llenar primeras planas para desacreditar a ese desarrapado.

Boric & Jackson, junto a las también recién asumidas diputadas del Partido Comunista, Camila Vallejo y Karol Cariola, son la punta de lanza de una nueva generación política que se siente muy lejana a las torcidas prácticas de las generaciones pasadas. Muchachos entusiastas, cercanos, muy preparados y comprometidos, no queda duda que llegaron para quedarse, amparados en el multitudinario apoyo de los movimientos ciudadanos, que ven plasmada en ellos la ilusión de la justicia social y la limpieza democrática.
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