Avanzo sin un plan de ruta en los Cuadernos de San Fabián. Podría llamarse Cuadernos de Sidney, Manila o Cochabamba y la situación no sería muy distinta. En cada lugar sale el sol de una forma parecida. Intento querer a la especie humana pero me cuesta demasiado. Quiero pincelar a ciertos hombres y mujeres ganándole a los infortunios de la vida, pero acabo describiendo a puros hijos de puta envidiosos y malintencionados. En lugar de sentir empatía por los cazadores que salen a divertirse o a buscar su comida, me abanderizo por los conejos que huyen entre la zarzamora, por las codornices que marchan en fila sin molestar a nadie o por los pejerreyes que disfrutan de un sol tembloroso. Esto me distancia de ese benefactor moral de la humanidad apellidado Tolstoi. No puedo ser un chico bueno, aunque de verdad que lo he intentado.
Crepitan los leños de la
chimenea. Las noches están muy claras por la luna menguante. Silencio de perros
lejanos. Hora de abrir las crónicas españolas de John Dos Passos.
me gusta este blog..
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