Jorge Muzam
Mi hora de revisión de archivos digitales se suele alargar hasta el anochecer. Cómo pude haber llegado a acumular tanto material valioso. Deambulo entre epistolarios de famosos, cuentos de Murakami, Roberto Arlt, Torcuato Tasso. Me quedo pegado con Blasco Ibáñez, ese desmesurado español, cuánta cultura, qué variedad de registros. Su obra es vasta y poco leída. En 1909 anduvo por Chile. Cruzó la cordillera a lomo de burro. Fue recibido con recelo por los oligarcas locales. Los chilenos educados de entonces eran unos señoritos afrancesados. Mariconcitos que no sabían crear nada original y cuyo único sueño rastrero era hacer vida de bohemio en Paris. No les agradó que ese personaje que comía y sudaba como un Gargantúa les viniera a decir entre eructos que la gran mayoría de los intelectuales chilenos eran unos huevitos sin yema, vacíos, envidiosos y mediocres. Se fue en silencio dejando abundantes orgullos heridos en el camino.
Mi hora de revisión de archivos digitales se suele alargar hasta el anochecer. Cómo pude haber llegado a acumular tanto material valioso. Deambulo entre epistolarios de famosos, cuentos de Murakami, Roberto Arlt, Torcuato Tasso. Me quedo pegado con Blasco Ibáñez, ese desmesurado español, cuánta cultura, qué variedad de registros. Su obra es vasta y poco leída. En 1909 anduvo por Chile. Cruzó la cordillera a lomo de burro. Fue recibido con recelo por los oligarcas locales. Los chilenos educados de entonces eran unos señoritos afrancesados. Mariconcitos que no sabían crear nada original y cuyo único sueño rastrero era hacer vida de bohemio en Paris. No les agradó que ese personaje que comía y sudaba como un Gargantúa les viniera a decir entre eructos que la gran mayoría de los intelectuales chilenos eran unos huevitos sin yema, vacíos, envidiosos y mediocres. Se fue en silencio dejando abundantes orgullos heridos en el camino.
Sigo bajando libros. Hemingway, Josep Conrad, varias obras de Bashevis Singer y Thomas Bernhard. Persigo novelas de Allan Sillitoe y del ruso Varlam Sholómov. Casi di un salto de alegría cuando encontré dos poemarios de Wallace Stevens. He completado la obra de Roberto Bolaño. Irregular, rosquero y solitario, como suelen ser los buenos escritores.
Una ráfaga de viento cimbra el techo de chapa. Leemos con Lorena Tiempos Modernos de Paul Johnson. Nos sirve para debatir con unas cervezas mediante. Johnson es un bocazas de la historia, un auscultador fino del behind the scenes de la gran política, un hocicón cizañero que escarba en los papeles arrugados tirados en los basureros del tiempo. Y aunque sea un conservador borracho ensalzador de derechas y dictaduras, leerlo me parece iluminador y divertido.
Hace días que la bruma se comió el cielo. Los perros andan flojos, miran con desgano a los paseantes y sólo atinan a lamerse las bolas. Tengo un cerro de libros por leer, cientos de textos por terminar, tres novelas-golem que escribo al mismo tiempo, y un largo camino por recorrer. Largo en sentido metafórico, porque en el sentido habitual el calendario a mediano plazo aparece borrado, como en la película Volver al Futuro. Que aparezcan nuevos días en el calendario depende de lo que haga ahora. He dejado de lado numerosas actividades que me consumían inútilmente. Mi reloj de vida solo tiene segundero y apenas me alcanza para construir una fracción absurda de los multiuniversos que demanda mi mente.
Imagen: Qiang Huang
Imagen: Qiang Huang
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