Realizo un doctorado en literatura a ras de suelo, entre el lumpenproletariat, allí donde predomina el lado chusco de la fuerza. Me levanto a las seis para aspirar el amanecer de octubre. La menta mojada. El poleo incipiente. Luego, entre el primer y segundo café, picoteo lecturas, libros nuevos y atrasados, diarios viejos, Ercillas setenteras. Desde el televisor me llegan noticias de Telesur. Cuando la perorata me exaspera cambio a Nat Geo o a comedias de Warner, de preferencia The Big Bang Theory. Pero no pongo demasiada atención. Prefiero concentrarme en los comienzos de libros que continuaré en la tarde. Hoy le tocó a
Antigua Luz, de John Banville. Debo confesar que solo en mi ordenador tengo más de cien libros a medio camino, y en papel no menos de diez. En el trayecto los voy rumiando. Repaso historias, personajes entrañables, situaciones incómodas, y es normal que todo se mezcle armándose líos infernales en mi mente.
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