Claramente la política no es el problema. Ni el desinterés ciudadano. Lo corrobora Pepe en su visita a Chile. El gentío lo sigue, lo aclama, lo acoge, y resalta su condición de líder progresista ejemplar. Numerosos padres con sus pequeños hijos intentan acercarse a Pepe. Le dicen a sus hijos, vean a un gran líder. Pepe camina lento, con su apariencia de jubilado pobre, zapatos raídos, vestón arrugado, no se ve incómodo, ante cada micrófono llama al diálogo, a entenderse por las buenas, la multitud casi lo arrastra, lo aplaude, intenta tocarlo, algunos lo abrazan y no quieren soltarlo, se emocionan, le gritan ¡Grande Pepe!, y él, siempre manso, no para de aplaudir de vuelta a la multitud.
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