El gobierno de Sebastián Piñera se apresuró en reconocer el triunfo de Nicolás Maduro y enviarle las felicitaciones correspondientes. Días atrás, el propio Piñera se apersonó en el velatorio de Chávez para montar guardia junto al féretro.
Estas actuaciones distan mucho de los decires de la gente del gobierno que no desaprovecha oportunidad para condenar la "dictadura con rasgos estalinistas" implantada en Venezuela por el chavismo. La misma prensa que apoya a Piñera, la de los grandes empresarios, ha usado sus principales portadas de las últimas semanas para atacar a Maduro y deslegitimar los logros de la revolución bolivariana.
Las escaramuzas del magnate-presidente chileno sólo pueden tener dos explicaciones. O se está asegurando el territorio venezolano para que sus inversiones desembarquen sin mayor hostilidad en los próximos años, o bien quiere pelliscarle la uva electoral a la que se vislumbra como la futura presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
No sé cuántos votos extra consiga para su coalición de extrema derecha. Pienso que muy pocos. Quizá ninguno. Bachelet se ha transformado nuevamente en un monstruo electoral imparable. Mientras tanto, la derecha aletea como un pavo moribundo, pues se les escapa de las manos el gobierno, el único que han conseguido democráticamente en más de 50 años.
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