Calvert Casey, el desencuentro total

Obscurece en San Antonio. El frío de la tarde invernal se abalanza sobre las casas. Las ventanas cierran sus pestañas. Algunos perros chismosean las intimidades de sus dueños. Otros aullan su solitaria desdicha. Una aroma a té negro y canela viaja desde la cocina hasta mi escritorio. No le haré caso todavía. Debo terminar un escrito sobre Calvert Casey. Evito las alabanzas. Basta de eso. Cada escritor vale por lo que ha escrito. Quizá explicar su contexto sea la única contribución valedera. Al pasar leo una frase estúpida sobre Casey, dirigida a provocar a Benedetti: "Calvert Casey llegó de Cuba irrevocablemente suicidado". Benedetti responde que el escritor aún pasaría sus siguientes cuatro y últimos años en Roma. ¿Quién fue el verdadero culpable? ¿El sistema socialista cubano o la indiferencia europea? ¿Fue acaso su etapa norteamericana la causante de ese encono infinito? Leyendo a Casey pienso que su desencuentro era con el mundo en su conjunto, como sucede con todos los temperamentos feroces que aman u odian demasiado. No había forma de consensuar ni un leve acuerdo. Lo comprendo.

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