Los días azules / Tordos en la niebla



Abril era para el barbecho. Direccionar bueyes. Romper terrones. Quemar malezas y raíces. Debíamos ayudar al despeje. Cortar la zarza, arrancar la ortiga, voltear el cardo, tirar las piedras para la orilla, rellenar los huecos de conejo. Tantos hombres, mujeres y niños haciendo lo mismo que San Fabián se azulaba. Cientos de cerritos de champa humeaban hacia un cielo musicalizado por golondrinas aleatorias. Como éramos pequeños, el duro terronaje que quedaba después del barbecho era nuestra serranía, cordillera hostil para tiuques flacos, colchón tibio para chanchos flojos, paraíso reseco para gallinas pirquineras que no encontraban ningún tesoro.

Volvíamos hambrientos del colegio a comer lentejas con zapallo, papas con longaniza ahumada, estofado de jurel, pancutras con perejil o porotos con mote. Uno o dos platos, un pan amasado, medio jarrón de agua de pozo y de inmediato a trabajar. Usualmente lo hacíamos con gusto. Porque trabajar era también jugar, aprender, admirar, espantar chanchos alaracos y lanzarle hondazos a los peucos que husmeaban la mercancía desde la punta de los álamos amarillos.



Fotografía: © Jorge Muzam. Tomada a las siete de la mañana en un día cualquiera de abril. San Fabián, Región de Ñuble, Chile.

1 comentario :

  1. "Abril era para el barbecho. Direccionar bueyes. Romper terrones. Quemar malezas y raíces. Debíamos ayudar al despeje. Cortar la zarza, arrancar la ortiga, voltear el cardo, tirar las piedras para la orilla, rellenar los huecos de conejo." Puro Virgilio y sus Geórgicas. Magistral fusión literaria y cultural. Göngora et labora...

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