El ladrón de libros


Revisando periódicos chilenos antiguos me reencuentro con un titular pintoresco: “Atrapan a ladrón de libros. Cayó junto a otros tres maleantes que desvalijaban casas deshabitadas en Rocas de Santo Domingo”. Esto sucedió el 2003. Entonces yo acababa de arribar a San Antonio para impartir clases de historia en un colegio secundario. La noticia me pareció insólita, aunque no despertó interés en nadie más. Indagué entre mis alumnos de último año, la mayoría conocedores cercanos del hampa del litoral. Me dijeron que le decían el “alemán”, porque tenía los ojos azules y solía contar historias de la segunda guerra mundial a sus amigos noctámbulos en la plaza de Llolleo. 

Tenía menos de veinte años y había estudiado en el Liceo Dante Parraguez. Era hijo único de una madre empleada doméstica puertas adentro, es decir, de las que sólo tienen la tarde del domingo libre. De su padre nunca se supo nada. En el día se le veía normalmente solo. Era tranquilo y bromista. Uno de mis alumnos había estado incluso en su casa en la población Bellavista.  Me dijo que el alemán tenía algunos libros bastante viejos, hasta medio desarmados, casi todos de historia, y algunos cds de los Rolling Stones. Le gustaba dibujar rostros y paisajes y tenía muchos bocetos en una carpeta. Quería aprender a hacer tatuajes para ganar dinero. Entonces no se había imaginado que el alemán tenía malas juntas.

Como conocía al redactor de la noticia lo llamé para que me explicara más detalles del asunto. Me dijo que el alemán, que en realidad se llamaba Jonathan Sobarzo, se había unido a la banda en los últimos tres atracos. La banda, liderada desde lejos por el intocable Palomo, había dado golpes fuertes, desvalijando incluso la casa del ex presidente Eduardo Frei, pero el alemán sólo había robado libros, y era selectivo, pues siempre se llevaba las ediciones del Quijote, los libros de historia universal y algunos clásicos de la literatura chilena como La luna era mi tierra, El Socio o El inútil Hipólito Jara.

Sobarzo quedó en prisión preventiva esperando juicio, pero se suicidó en su celda a la semana siguiente, mucho antes de que empezaran los alegatos.

6 comentarios :

  1. Un ladrón muy particular. Si no fuese por los prejuicios que uno se hace por tradición y vida en sociedad, hasta lo aplaudiría! Excelente relato, recuerdo y data. Abrazos.

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  2. Yo me habría apropiado de la literatura norteamericana y japonesa.
    Un recuerdo triste, Alejandra. Abrazos.

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  3. Un relato de los de mi pasión:los libros...en cuanto al delito confieso haber cometido varios ...pero como eran de dominio público (o sea de bibliotecas escolares y cuyo destino incomprensiblemente,era el cajón o canasto de basura ya sea por considerarlos inútiles o en deterioro sin solución ),así me he apropiado de ejemplares sueltos de novelas de colecciones insólitas, libros de Botánica u otras ciencias o estudios,Tratados o Historias de literatura,manuales y otras piezas singulares.

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  4. Entiendo muy bien Voraz Lectora. Yo también tengo un prontuario amplio como apropiador de libros, la mayoría viejos, olvidados o condenados a la basura o a convertirse en envoltorios.

    Abrazos

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  5. Me inspira. Me inspiró a pensar en qué libros robarme cuando mi bolsillo no pueda pagar los libros que quiero leer o bien cuando restrinjan por completo las descargar por internet.

    Saluditos

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  6. Estuve tentado hace poco de no pagar Una cuestión personal, de Kenzaburo Oé, pero había mucha seguridad. Debo guiarme por el lado luminoso y no volver a pensar esas maldades. Finalmente pagué por El grito silencioso, que estaba más barato.

    Saludos Agostina

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