Sentirme escritor


Sentirme escritor me ayudaba a soportar muchas cosas. No importaba cuan duro fuesen los días, para un escritor todo era aventura, experiencia, aprendizaje, mirada, Era como hacer el servicio militar en Chechenia con un bolígrafo Kalashnikov. Los tira y afloja de la condición humana, la envidia soterrada entre cercanos y lejanos, la infamia, el sabotaje, la mala intención, no eran más que piedrecillas en el camino que se sorteaban con la habilidad de un grafómano gimnasta.

Pero no siempre es así. Hay ratos en que olvido mi coraza, o se me esfuma, y me desguarnezco, convirtiéndome en una rata alevosa. Una rata arrinconada, potencialmente feroz, que puede incendiar un valle para sobrevivir o vengarse. Luego espabilo y recuerdo mi rol de notero del tiempo, de acuarelista de épocas fratricidas, de auscultador de la lujuria omnívora de los desclasados, de la generosidad de los humildes, abundante e ineludible, motivo suficiente para perseverar en una versión remasterizada de la hoz y el martillo.

Los días de diciembre parecen rodar cuesta abajo dentro de un kinetoscopio. El calor nos aplasta, nos inmoviliza. Mueren gladiolos y laureles. Se deprime un manto de eva. Se secan ramajes de ciruelos y rudas. El riego no compensa. Parecen morir de tristeza. Algo del verano no va con ellos. Un elixir de vida que no puedo aportar, que no comprendo.

3 comentarios :

  1. Anónimo26/12/15

    pues eres uno de los mejores escritores del mundo en nuestro siglo, así que te puedes sentir como quieras Jorge

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  2. Es valiosa tu opinión y como escritor consideró también , de los mejores de estas tierras y otras.
    Un abrazo grande, Jorge.

    Rossana

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  3. Sos de los mejores! No hay dudas!

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