No verme suficientemente feliz. Ese ha sido el dedo en la herida de todas las mujeres que me acompañaron. La sospecha de que mi vida junto a ellas no me llena del todo, que su belleza no lo es todo, que su alegría no lo es todo, que su juventud, su tiempo, lo mejor de si mismas no parezco considerarlo a cabalidad, que ese universo complementario no encaja perfectamente con el mío, que mastico un silencio inescrutable añorando otros mundos, que deshago caminos para reencontrarme con estaciones pasadas, con otros brazos, con lo que pudo haber ocurrido, con lo que no hice, con lo que no fui...
Imagen: Xi Pan
Salto de tu texto al poema de Borges, sacado de contexto, claro, como todo: "He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. no he sido feliz", algo así. Me temo que no tiene cura.
ResponderEliminarFelicidad a cuenta gotas, solo apreciable en retrospectiva, sazonada de idealismo, de agria nostalgia.
ResponderEliminarAbrazos, querido amigo.
Como sea, la mujer siempre va a implicar un reposo en el camino, un recodo, un remanso de fuerza centrípeta, del cual algunos se zafa, mientras que otros sólo añoran los días de perpetua fuga
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