Noche temprana en la cordillera andina. El viento norte silba su desenfreno colándose por rendijas y desniveles. Nuestra casa es un barco de adobe encallado en un mar seco. Arreglarla no tiene sentido pues fue diseñada al ojímetro por maestros chasquillas borrachos.
Mis botellas de alcohol siguen selladas. Mis cigarros se llenan de polvo. No he tenido que comprar café durante meses. A ratos me siento como una marioneta de Strindberg. Una marioneta con obituario en trámite. Cada paso cuesta un poco más. Sonreír es una convención de actores sin diploma. Las emociones un quintal de piedras sobre la espalda.
Dibujo: Franz Kafka
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