El horizonte nocturno es un bosque azulado de Turner. Hay vacas que mugen como la sirena de Cristo. Son las buenas noches a sus terneros
amarrados en establos distintos. No las acompañan los perros ni las campesinas
con sus orgasmos recatados. Son sólo ellas, las reinas del silencio, que miran
estrellas saltarinas y apenas piden un deseo. Tras el gong del sueño vuelven a
masticar la desidia de la hierba.
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