Muy desconfiados, siempre estamos atentos a la posibilidad de un engaño o actitud hipócrita.
Somos gatos de campo, y aunque escalemos hasta el cielo y ya no parezcamos campesinos, lo ladino y lo pícaro nunca se nos quita.
Me sucede al contemplar una fotografía de juventud de Nicanor Parra, cuando le compuso una olvidable égloga a su Chillán terremoteado, y luego al compararla con una actual, a sus noventa y ocho años y con la misma mirada de felino agazapado.
Nunca conseguiremos erradicar nuestro pasado,nos pese o congratule. Siempre habrá una mirada ladina o confiada.
ResponderEliminarYo nunca superaré el complejo de inferioridad que se desencadenó cuando mi hermana menor era más valorada por mis padres que yo. Todavía hoy me enzarzo en violentas discusiones familiares por esa causa. Podría decirte que en mí existen dos personalidades: una más introvertida en familia y otra más expansiva y natural fuera de ella. Como comprobarás, todos tenemos claros y sombras.
Tus reflexiones siempre me abren una puerta para la mía propia.
Un abrazo.
Creo que hay pocas situaciones más crueles que cuando los padres manifiestan preferencia por uno hijo.
ResponderEliminarY eso se queda para siempre en la memoria del no preferido. Es idesterrable.
Un abrazo fuerte