Suelen ser estudiantes de literatura, filosofía, historia o sociología, cándidos okupas,
obreros lectores de Bakunin, sindicalistas de poco peso, ex comunistas,
ex guerrilleros, desertores de secundaria, cada uno fabricando mentalmente su personal sueño
antisistémico. Los grupos anarquistas de hoy son muy
diversos y desapegados entre sí. No tendría por qué ser de otra forma, son anarquistas. La mayoría proviene de familias bien constituidas, medianamente burguesas.
Algunos siguen viviendo a costa del confort hogareño de sus padres y desarrollando su revolución puertas afuera. Otros, más arriesgados o aventureros, se lanzan a vivir en casas abandonadas, duermen sobre colchones en el piso y se bañan con las goteras de las griferías rotas. Suelen ser buenos amantes y dejan registro de su amor en las paredes, a la vez que las graffittean con consignas rabiosas que ridiculizan a la policía, a la iglesia y al gobierno. Elaboran toscos mapas conceptuales para hipotéticas escaramuzas futuras y miran con cierta agresividad a las personas normales como queriendo dejar en claro que son peligrosos y que han comprendido demasiado.
Algunos siguen viviendo a costa del confort hogareño de sus padres y desarrollando su revolución puertas afuera. Otros, más arriesgados o aventureros, se lanzan a vivir en casas abandonadas, duermen sobre colchones en el piso y se bañan con las goteras de las griferías rotas. Suelen ser buenos amantes y dejan registro de su amor en las paredes, a la vez que las graffittean con consignas rabiosas que ridiculizan a la policía, a la iglesia y al gobierno. Elaboran toscos mapas conceptuales para hipotéticas escaramuzas futuras y miran con cierta agresividad a las personas normales como queriendo dejar en claro que son peligrosos y que han comprendido demasiado.
Tengo buenos amigos anarquistas y los quiero mucho. Yo mismo soy un anarquista, aunque muy a mi manera. Me han
invitado a ver buenas películas en sus exhibiciones callejeras, donde no cobran dinero y reparten cartillas
aclaratorias financiadas indirectamente por sus propios padres.
La verdad es que me caen bien, quizás por lo ingenuos, quizás por lo exhibicionistas, quizás porque sé que en el fondo son unos niños mimados enojados con sus progenitores que juegan a una revolución de pétalos y cataplumes imaginarios. Y sé que independientemente de lo que cada gobierno le pretenda hacer creer a la ciudadanía, esos muchachos no saben reventar ni un neumático y lo más explosivo que pueden llegar a tener son sus propias axilas.
Los revolucionarios realmente peligrosos no están allí ni en ninguna parte visible. Nadie los puede ver ni ubicar. No dejan rastros.
Imagen: Pavel Vagonski
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