La ilusión de amar

Fuimos al río a ver la reciente crecida. El agua lodosa deslizándose cordillera abajo. La tronadura del pedrerío arrastrado. Tatón olfateaba con gusto las ramitas bajas de los aromos, alguna que otra castaña humedecida con lluvia. Desde las montañas se desplazaban hacia nosotros nubarrones oscuros. Sin paraguas ni impermeables, decidimos emprender el regreso a los trotes pero igual nos alcanzó la granizada antes de llegar a casa. El viento norte nos golpeaba el rostro con bandadas enloquecidas de hojas amarillas y marrones. El iluso Tatón daba enormes saltos intentando agarrar los granizos. Llegamos a cambiarnos de ropa y a preparar café y tostadas. Alimentamos la estufa con tronquitos de pellín. Aseguramos ventanas y puertas para que la tempestad no las golpee a mitad de noche. Tatón quedó en el corredor ladrándole a los truenos, mojado como diuca, enojado por no haberse escabullido hasta el sillón.

Volvemos a nuestras lecturas. Creo que Romina empezó Elegía. Ambos respetamos a Philip Roth. Por mi parte husmeo Karl Marx de Isaiah Berlin. Soy un marxista analizando a su analizador. Las ideas sometidas al escrutinio de un laboratorio. A veces firmes como cuerda marina y otras tan frágiles como el cordón podrido de un vagabundo. La contienda de los días parece proveerme de más fundamentos que a Berlin. La lucha de clases sólo cambia de formato. Recién empieza a oscurecer. Abro Los hechos de Philip Roth. Libro antojadizo que se pretende autobiográfico  y frente al que el propio Roth desconfía. No está seguro de dejar de mentir, de que la idealización no le nuble la mirada, de no verse, de no ser. Se inquiere molesto: Tengo la impresión de que has escrito tantas veces metamorfosis de ti mismo que ya no tienes idea de lo que «eres» y has sido. A estas alturas eres un texto ambulante.

A veces siento que mis propios textos suelen ser mentiras autobiográficas. Juegos retóricos desesperados donde pido auxilio, un guiño cómplice, un poco de amor. La verdad puede ser un seppuku y a la vez una cuchillada artera hacia donde nunca la dirigiste. Se ha cortado la luz. Aprovechamos de ver una película con la batería excedente del computador. Impongo To the wonder de Terrence Malick. Voces de la conciencia que le hablan al viento sobre la ilusión de amar, sobre el vacío de no creer. La batería se agota a los 35 minutos. La oscuridad se impone. Esporádicos relámpagos alumbran los ventanales. Llueve en voz baja y Tatón le sigue ladrando al eco de los últimos truenos.


Imagen: Fotograma de To the wonder de Terrence Malick (2012)

3 comentarios :

  1. Su narrativa es como un puzzle, es auténtica y maravillosa. Como la peli de Malick

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  2. Gracias, Alejandrita. Y por cierto que aprecio mucho a Terrence Malick.

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  3. Me entretengo imaginando a través de tus palabras la Tierra ,el olor,la Lluvia y el viento de ese lugar, que a pesar de la distancia sigue siendo mio.

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