Llueve apaciblemente entre estas montañas. La humedad empieza a calar los huesos. Las viejas vigas de roble que sostienen el parronal amenazan con ceder. Lleno tiestos con uva para alivianar las guías y alejar la amenaza, pero la crujidera no cesa. Las noticias dicen que Santiago es un caos. Particularmente el Santiago rico, el de los rascacielos y malls, donde predominan las bestezuelas arrogantes de cabello claro, las que desprecian al resto, al inmenso morenaje que sobrevive con el sueldo mínimo. Que el agua turbia le ensucie los tobillos a un rico equivale a un holocausto nacional. La prensa rastrera no ahorra epítetos para evidenciar su congoja.
Antes de sacar a pasear a Tatón le leo un capítulo de Krochmalna 10 a Romina. Corresponde a las memorias de Bashevis Singer que pincelan su contexto de infancia. El capítulo en cuestión se refiere al divorcio de dos ancianos judíos y al escándalo que provoca en su comunidad. El autor lo describe de forma enjundiosa, refrescante, colorida, sin eludir la chimuchina de los días, las pequeñas cosas que generan memoria por defecto. Bashevis Singer aparece como un personajillo muy secundario, un observador detrás de puertas entreabiertas. Quizá intuye que hablar sobre uno mismo siempre es engañoso, porque los escritores prefieren los espejos cóncavos para eludir lo esencial, escamoteando la vergüenza del cara a cara, invisibilizando la miseria y la culpa que los iguala al resto, o bien victimizándose con medallas inmerecidas de mártir.
Leí Enemigos de Bashevis, realmente bueno. Buscaré esta otra lectura. Ojala lo dejen las lluvias y las nuves y tenga buen dia
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