Los árboles suelen brindar servicio de hotelería para los okupas de la naturaleza. Allí nadie paga arriendo y larvas, hormigas, claveles aéreos y búhos pueden pasar largas temporadas coexistiendo fraternalmente.
El árbol no se arruina pues cada integrante de la comunidad retribuye de algún modo, aunque sea acompañando, lo cual ya es mucho. A veces los árboles mueren de sed, enfermedad o inanición. Puede alcanzarlos un rayo, un leñador, un incendio o una avalancha. Pueden quedarse dormidos de tan viejos. Pero siempre queda un vestigio, un tronco desnudo, una estatua conmemorativa de su paso por el mundo.
Los okupas vuelven a ellos, los acompañan, les rinden tributo, hacen sus nidos, hasta que el tiempo los desgaste y convierta nuevamente en polvo.
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Oir el canto de los pájaros, el murmullo de los árboles y ponerse a reflexionar sobre estas cuestiones. Qué placer! En mi ideal esta sería vida placentera y digna de ser vivida. Lástima que hayan tan pocos momentos para ello. Mientras te leía disfruté de este inmenso placer.
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