Latigazos solares sobre la espalda. Recorremos el huerto humedecido por la lluvia de hace dos días. Avistamos zapallos italianos ya formados, largos porotos verdes y tomates a medio madurar. Arrancamos acelgas florecidas, lechugas alzadas y manojos de pasto para los conejos. El sol nos expulsa pronto. Volvemos a leer. Comienzos de Babbitt. Sinclair Lewis nos ofrece usinas en la niebla, obreros tristes, cuervos especuladores en ciernes, norteamérica mutando hacia una injusticia mayor. Luego un mate dulce, queque de limón, y el comienzo de Las uvas de la ira. Volvemos a esa obra tal como volveríamos gustosos a un verano juvenil. Prepondera la poesía, la pintura, las nubes amenazantes, el sol abrasador. Tras la tormenta de polvo las mujeres y niños no miran el paisaje devastado sino el rostro de los hombres. Si ellos no se han derrumbado la esperanza permanece intacta. Y ellos siguen impertérritos, no bajan la vista, y eso es suficiente para que las mujeres vuelvan a cantar y los niños a jugar con cautela.
Cuando la esperanza muere también muere el hombre, el sentido de seguir acá. Claro que no está siempre presente a pleno pero siempre está ahí, escondida en algún halo de luz de nuestra consciencia.
ResponderEliminargracias Jorge
ResponderEliminarLa esperanza es creer que lo deseamos es posible,tambien podríamos llamarla FE....yo lo veo como atracción, atraigo lo bueno y lo malo con mis pensamientos.
ResponderEliminarLa esperanza es creer que lo deseamos es posible,tambien podríamos llamarla FE....yo lo veo como atracción, atraigo lo bueno y lo malo con mis pensamientos.
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