Después de recorrer tanto mundo husmeando libros empolvados, películas eslavas y sermones rojos, vuelvo a sentarme en este tronco mohoso bañado de luna menguante y me declaro analfabeto. Decreto mi disolución humana, me proscribo como hombre y condeno a mi delgada moralina por inaplicable. La historia (y no sé por qué tengo esta certeza) no existe. Napoleón es el duende maricón de un bolsillo pegajoso, Stalin un relator de fútbol amateur, la risa un aborto terapéutico del espíritu. Está decidido. Seré un caballo negro, tendré un abrevadero de vino, comeré rosas rojas, montaré una yegua hippie y tendremos oseznos con dientes de sable.
Pintura: Bernard Buffet
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