A veces pienso que todo da lo mismo, un valle, cualquier valle, una piedra, un árbol, una ecuación, personas que van y vienen presurosas por una misma senda, igual o peor que hormigas, sin que las obliguen siquiera. El amor y el odio licuados a la medida de la rutina para un panqueque muy sobrio. Me he quedado excepcionalmente de este lado, tras un risco sin sombra, más acá de un torrente turbio que arrastra cocodrilos doctorados y ballenas rubias. No hay puentes ni lianas. A los botes se los lleva la corriente. No fue premeditado, las hostilidades nacieron de un empujón biológico acicalado de romanticismo, de una lluvia de expectativas pulverizadas con bombas nucleares de despecho y resentimiento. Los humanos son así, susurra una barnacla vagabunda. Intento responderle, fue sólo excepción, excepcionalidad, una risa y una lágrima sin contexto, pero ya está muy lejos para escucharme.
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