Maduraron los membrillos después de la última lluvia. Las nueces siguen cayendo y las avispas danzan en torno a los racimos de uva negra encaramados en las antenas. La bruma azulada se atrincheró en las montañas y nos dejó sin un horizonte taxativo. Los álamos amarillos se difuminan en la niebla baja como estoicos palitroques disolviéndose en la nada. Es un día frío y silencioso, con leños de pino crepitando en la chimenea y carpinteros negros visitando a los viejos manzanos.
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