Un recreo de crueldad

Paseo por Google buscando imágenes de la masacre de Katyn. En el camino me encuentro con los custodios nazis de los campos de concentración en Alemania. Hombres y mujeres, la mayoría adolescentes, usualmente alegres y festivos, empujándose, traviesos, como niños en un jardín idílico. Si desconociéramos el contexto nada podría hacernos adivinar que sólo se están tomando un recreo antes de retornar al teatro de la crueldad.

Pienso en cuántos de ellos comprendían exactamente lo que estaban haciendo. Cuántos entendían el trasfondo de la ideología que defendían. Para cuántos no era sino un trabajo como cualquier otro, una oportunidad para ascender, para ser reconocidos.

Irma Grese, esa muchacha alemana, guardiana mayor de Bergen-Belsen, me recuerda a más de una de mis alumnas de secundaria. Bellas y rebeldes, extraordinariamente violentas, se ensañaban  con sus compañeras cada vez que encontraban una excusa, y las pateaban hasta verlas sangrar. Si no llegábamos a tiempo podían hasta convertirse en asesinas. Y luego no sentían la más remota culpa por el daño causado.

La violencia las sobrepasaba, no les permitía concentrarse en ninguna actividad, pues sólo pensaban en su siguiente paliza. Al parecer, Irma no fue muy distinta. Tenía 15 años cuando se alistó en las SS. Y ante la negativa de su padre, lo denunció como antinazi y lo encarceló.

Luego, en los campos de concentración donde estuvo, se le recuerda como una de las mujeres más crueles. Se ensañaba con las prisioneras más hermosas, les destrozaba los pechos a latigazos y les azuzaba los perros para que las terminaran de matar a mordiscos.

Y luego, a la salida, volvía a ser la dulce y sonriente chica, la muñeca rubia más popular entre las filas alemanas.

Vestía impecablemente. Se paseaba entre las presas con su pistola y su látigo infundiendo el terror, alimentándose con ese terror, eligiendo nuevas víctimas. Y aún no cumplía los 20 años.

No fue la única. Fueron miles  de mujeres alemanas que se sumaron a esa orgía de sangre y de muerte. Pero la violencia no empezó ni se acabó con ellas. Paralelamente, en el mundo socialista, feroces cancerberos hacían cosas parecidas. Luego lo hicieron los británicos, con sus juicios sumarios, descuartizamientos e incineraciones. Lo hicieron los propios aliados, cuando masacraron a una parte de la población alemana sobreviviente. Lo hicieron los yanquis con los japoneses, los ustachas con los serbios, los turcos con los armenios.

La mente humana puede llegar a ser tan retorcida. Pocos años después de la guerra circularon en Israel revistas con extrañas historietas. Las heroínas eran estas mismas chicas, bellas y sensuales nazis con sus látigos y turgencias a la vista. Torturaban hombres judíos, y eso excitaba mucho a ciertos israelitas que alentaron el negocio de esa entretención enfermiza.

Sigo en mis búsquedas. Los rusos masacrando oficiales polacos en Katyn, la efectividad de la pistola Walther PPK para ejecutar personas (Google enlaza todo junto), milicos chilenos, argentinos, paraguayos, brasileños asesinando compatriotas. El cursor sigue bajando y aparecen muy nítidos los militares guatemaltecos violando y asesinando campesinas. En la foto de más abajo, militares estadounidenses muy sonrientes torturan a prisioneros  iraquíes, y al lado, las fotos de las masacres mutuas entre croatas, serbios, eslovenos, albaneses y bosnios. Enormes desplazamientos humanos que huyen de la violencia en África. Entremedio, el atentado a las Torres Gemelas, misiles coreanos, golpes de Estado en Honduras y Paraguay, palizas policiales a los descontentos españoles, musulmanes con sus cabezas tapadas en Guantánamo, y la historia se va acercando tanto a nuestros días, que parece que ya no es posible huir. La violencia siempre nos alcanza.

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