Septiembre de pies congelados. El invierno se alargó como jardín de gigante egoísta. Las plantas florecen con sol esquivo. Las rosas se empinan hasta lo alto para pedir explicaciones al gran revitalizador. La tierra está reblandecida, atiborrada de lluvia y manantiales transitorios.
Los conejos no perciben el peligro en medio de la tempestad nocturna y los cazadores hacen su festín. Queda poca leña, troncos amagosos de avellano, olorosos laureles derribados por el viento, cercos podridos convertidos en astillas. La chimenea no da suficiente calor.
Los conejos no perciben el peligro en medio de la tempestad nocturna y los cazadores hacen su festín. Queda poca leña, troncos amagosos de avellano, olorosos laureles derribados por el viento, cercos podridos convertidos en astillas. La chimenea no da suficiente calor.
Fotografía: Lorena Ledesma
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