Un cachuchazo a mansalva, rotundo y noqueador, fue lo único que recibió Tito Cartagena cuando le intentó tironear una teta a la puta estrella del Café Venus II.
Toque compadre, agárrela, me decía Tito con tono pedagógico antes de que le sucediera lo que le sucedió. Intenté hacerle caso pero la puta rechazó mi tierna caricia con un manotazo.
El Café Venus II es un antro de mala muerte que subsiste en calle Manuel Montt, a un costado de la confitería Marycarla, en el corazón de este vertedero humano llamado San Antonio.
Un pequeño y luminoso letrero incita a los desprevenidos transeúntes a ascender por una oscura escalera a beber un café bien caliente.
Ya arriba nos encontramos con dos esmirriadas putillas envueltas en diminutos calzones fosforescentes bien metidos en sus culos chupados y una puta gigante con cara de niña a la que los calzones le quedan chicos dejando a la intemperie la parte superior de su rajilla. Una de ellas se nos acerca y nos saluda de beso en la mejilla, no es tan fea pero carga con un abdomen caído y las marcas de un par de cesáreas. ¿Qué van a pedir?, nos pregunta. Tráenos café, le respondemos. La putilla se ríe con ganas ante nuestra turbación. Aquí no vendemos café, sólo tragos. Mejor les traigo la cartilla. Leemos lo que hay y no podemos evitar fruncir las cejas. Los tragos son malos y caros. Tráete un vino tinto, le ordenamos. La puta se aleja a buscar un Santa Carolina de una estrella, a $4.600. Una basura casi intragable, pero es lo único que hay. Ya chiquillos, la Yocelyn, la que está sentada en el mesón va a hacer un show, pero tienen que ponerse con luca. Le pasamos $1.000 cada uno y mientras esperamos brindamos con esa porquería de vino. En el otro costado, una decena de pescadores intentan entretener otra puta, pero esta se muestra algo exasperada por la evidente pobreza de los clientes. Al cabo de un rato de lenta recolección de lucas, se dirige hasta una puerta lateral donde se encierra por largos minutos. Con Tito seguimos bebiendo de esa mierda, aunque a ratos se me distrae y se embarca en una discusión con los pescadores que no alcanzo a entender por la música tan alta.
De pronto las luces se apagan, la música se torna ensordecedora con un tema de Chayanne y de entre la penumbra emerge una hembra gigante disfrazada de oficial rusa que camina hasta el centro del escenario y se empieza a contornear ante los aplausos y chiflidos de los varones. Las canciones de moda se suceden y la putona se desviste poco a poco, afloran firmes tetas, caderas algo estrechas, un culo tableado y una enorme zorra mohicana que es restregada en las narices de los pescadores. Cada tanto se acerca a Tito y le baila tan cerca que se siente el hedor de su crema corporal, pero Tito, imperturbable, no emite gesto alguno, hasta que la muchacha, ya completamente desnuda, se recuesta en el piso y ejecuta movimientos de fornicación, se acaricia las tetas y se mete los dedos en la zorra y en el culo, y luego se autobrinda unas nalgadas, tras lo cual vuelve donde Tito que ha transmutado su rostro al de un sicótico sexual y le intenta agarrar una teta para recibir de respuesta el cachuchazo noqueador antes descrito.
Tito masculla enrabiado una frase que intento reproducir: “maraca chuchesumadre, qué se ha creído, pegarme a mí, a un descendiente de conquistadores…”
Las prostitutas se cobran venganza de esta forma de las innumerables humillaciones a las que son sometidas por los "honorables" usuarios de sus servicios que se atreven a creerse más que ellas.
ResponderEliminarNo siempre la prostituta es una pobrecita necesitada ni el usuario es una macho de primera línea por sacarse las ganas con ellas. En ambos casos hay mucha hipocresía para asumir sus actos y las consecuencias de los mismos.
El maltrato y el tuteo vulgar hacia las prostitutas es algo tan profundamente arraigado entre la mayoría de los hombres, querida Lorena, que muchas veces me ha generado una tremenda incomodidad acompañar y participar de ciertos jolgorios nocturnos junto a mis amigotes parranderos. En estas incursiones, he conocido a muchas prostitutas y he logrado entablar distendidas conversaciones con ellas. Me he encontrado con sólidas psicólogas, filósofas, periodistas, escritoras y políticas entre ellas. Por supuesto, ninguna tiene título ni pasó por la universidad, pero la vida las ha obligado a curtirse de tal manera que pueden dejar argumentalmente mudo a un académico o senador.
ResponderEliminarYo he conocido a algunas abogadas y licenciadas que hacían de scort para sustentarse los estudios... Varias terminaron casadas con señores de la high y no retomaron los estudios. curioso ¿no?
ResponderEliminarNo es la actividad con la que se ganan la vida la que designa el tipo de persona que tenemos en frente, por eso lo importante es tomarse la molestia de hablar y sorprendernos--