Soy una bola de fuego de resentimiento. No puedo evitarlo. No puedo esconderlo. Tampoco lo considero literariamente negativo. Los mejores escritores han sido unos grandes resentidos. Sólo vean a Céline. Al menos somos sinceros. No hay cómo equivocarse con nosotros. Creo que más bien hay que cuidarse de los hipócritas, de los que se muestran como santones impolutos, esos que dicen no quebrar un huevo y andan repartiendo hostias edulcoradas por el mundo.
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