Avanzo en Madrid-Cochabamba, libro de relatos de Claudio Ferrufino-Coqueugniot y Pablo Cerezal. La literatura, la música, el alcohol, la cocina, la supervivencia y sobre todo el amor se despliegan con el habitual virtuosismo narrativo con que nos han bienacostumbrado estos admirables escritores bolivianos. Periféricos, resentidos, brutalmente sinceros, han llegado a la cúspide literaria con los pantalones indemnes, aunque con el alma adolorida, las llagas ardiendo y el pecho inflamado de tantas victorias pírricas. Los ves entre la multitud literaria y los quieres de inmediato. Sientes que también pueden verte y eso te hace feliz. Decides acompañarlos de lejos, observando, aprendiendo, disfrutando sus escalas, y dispuesto a defenderlos, aunque quizá ni lo necesiten, porque son autosuficientes, guerreros diestros, supernovas literarias. Suelen montar caballos de humo, vestir cota de bar, antifaces para letras chicas, adarga de cartón y una enorme lanza de bambú para pincharle el culo a las nubes grises, a los asnos marrulleros, a las piltrafas sicarias de la narrativa. El oficio es un deleite peligroso, un callejón con escasas salidas, sobrepoblado de huevonazos perpetuos, de colilargas acechantes con más veneno que saliva. Y aunque no es difícil pisarles la cola, hacerlos chillar en público, dar un soplido a su holograma marketero, lo más probable es que consideremos que ni vale la pena. El tiempo de un gran creador tiene un valor distinto.
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