Un lugar en su corazón

Abuela Rosa me regaló un grueso chaquetón marrón. Botones negros, carteras profundas y espalda cuadrillé. Al pasármelo me dijo que era reversible y que debía usarlo para el lado de los hombres. Le di las gracias y le pregunté si realmente no le hacía falta. Me dijo, “es que tengo tantos y ya no me queda vida. Luego vendrán las rapiñas a llevarse todo. Es para que te protejas la espalda”. Entendí su temor. No hace mucho intentó regalarme una piedra indígena, pero no la acepté por considerar que era parte del patrimonio arqueológico de mi abuelo. Entonces abuela me dijo exactamente lo mismo. Sabe que después de ella vendrá el diluvio.

Abuela nació en 1926. Mientras almorzábamos en su gran cocina volvió a contarme las historias de su infancia en Arauco. La vida le dio sucesivos latigazos, dos matrimonios, once hijos, decenas de nietos y bisnietos y una comodidad económica tardía. Sin embargo, ella cargó sobre su espalda con todos los problemas de su prole. Es por eso que me regaló ese chaquetón, porque en esa abundante prole también me concedió un lugar, un pensamiento, una preocupación, y debe haberme imaginado ayer perdido en las pampas argentinas y hoy pasando frío en la cordillera chilena.

Fotografía: Mi abuela Rosa

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