Miguel Sánchez-Oztiz acaba de publicar Ahora o Nunca (Renacimiento 2022). Obra que espero conseguir y leer. Y no solo porque me mencione al pasar (según lo confidenció Lander Zurutuza en su muro de Facebook). Gesto que agradezco en el alma. Si no porque su mirada, o sus recuentos de vida, me conmueven humana y estéticamente. Predomina una latencia, una voz tan lúcida como epilogal, a menudo desencantada, empática, gruñona o compasiva, que desenvaina su espada cada tanto, aunque sea para mostrar su melladura, para ajusticiar literariamente a la escoria contemporánea, a modo de espadachín o ronin que morirá más temprano que tarde con un ojo abierto. Porque ni en la tumba descansan los justos.
Conocí hace años a Miguel Sánchez-Ostiz, mientras frecuentaba las redes de Claudio Ferrufino-Coqueugniot. Percibí que se estimaban mutuamente, y mi confianza en la percepción literaria fina de Ferrufino es plena, así que ni sé como empezamos también a intercambiar mensajes con Sánchez.Ostiz. Son esas cosas que no pueden suceder de otra forma.
Desde entonces leo lo que publica en su blog Vivir de buena gana. Creo comprender buena parte de lo que escribe, y el resto lo investigo para comprender. Porque percibo que no malgasta tinta. No es escritor de innecesariedades, adulaciones o ñoñerías.
El 2017 Miguel consiguió que su editorial me enviara Perorata del insensato. Gesto que agradecí enormemente, casi con alegría infantil. Y que leí hasta la página 83 porque luego mi casa se quemó con el libro en su interior. El resto de la novela es asunto pendiente.
Por otro lado, leer a Sánchez-Ostiz, tanto como a Ferrufino, Cingolani, Cerezal o Bagatin, me permite mirar al otro lado de la inmundicia mediática que antepone como infranqueable muro nuestra poderosa oligarquía de extrema derecha que imbeciliza a tiempo completo a mis desprevenidos compatriotas.
Esas refrescantes voces que están del otro lado no están al servicio de nadie y perseveran como fieras solitarias en dejar constancia reflexiva y poética de esta época de mil putas.
Si no fuese así me haría un rápido sepukku con estalagtita antártica, porque la conciencia de la vastedad universal o de la irremediable marcha fúnebre hacia el abismo climático, rebana al seso más mesurado. Y ya saben que vivo en la concha de la lora del mundo donde no sobrevuelan más que buitres famélicos y desesperanzados.
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