El sol y la luna dicen lo suyo


Avanza mayo con patios alfombrados de hojas a medio podrir. La primera luz deja entrever la helada blancuzca sobre la hierba. Los troncos están resbalosos y lo que no alcanzó a congelarse embarra los pies y moja los tobillos. El cielo se torna intensamente azul antes de que el primer rayo solar traspase la cumbre de la montaña más baja.  Las manzanas siguen cayendo. Y las nueces. Y los membrillos. Los remanentes de uva negra son engullidos por los zorzales y las granadas bajas son desmembradas a picotazos por las gallinas. Hay desnudez progresiva de álamos, hojas amarillas planeando su fuga, plataneros imbuidos en Gustav Klimt. El frío matinal entumece manos y mejillas. Se atizan las brasas sobrevivientes de la noche anterior. Tablones húmedos, pinos astillosos, restos de un ciruelo que feneció de vejez o tristeza.
Jueves o viernes. Ocho o nueve de la mañana. Se descarga el celular y los calendarios de las paredes pueden ser de hace dos décadas. El tiempo en la montaña es un asunto sin importancia. El sol y la luna dicen lo suyo y eso basta para empinarse una chupilca que hace corcovear el ánimo. 

2 comentarios :

  1. Si es triste tras una bella temporada de su vibrante y olorosa presencia que tenga que sucumbir a los embates del tiempo. El decaer y morir esta escrito en todos nosotros, solo dejamos en otros recuerdos, sonidos, sabores y olores. Pero, aun asi no nos enojamos. Hemos cumplido nuestro cometido , ya fuese publico como social. Somos parte de la naturaleza...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lentamente nos vamos otoñando, amigo Solis.

      Eliminar

Creative Commons License
Cuadernos de la Ira de Jorge Muzam is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.