Fila india de codornices

Muy temprano salimos a recorrer el valle. Septiembre es carnaval de árboles florecidos y abejas zumbonas. La resaca dieciochera empieza a desvanecerse y las personas retoman sus labores. Subimos a Maitenal Alto. Camino difícil, gredoso, carcomido por el poderoso invierno. A los costados, chivos contemplativos sobre piedras milenarias, sudorosos motosierristas bajo un sol ardiente, campesinas reparando gallineros ladeados por el último puelche. Circulan aromas de romeros y laureles, de humedad de esteros sombríos. Los mayos se desbalanzan cobijando gordos moscardones. Nos empiezan a acompañar dos perros montañeses. Juguetones, exultantes, atarantados. Uno de ellos resbala hacia un canal pidiendo auxilio. Claudio no lo piensa y salta a rescatarlo. Nos adentramos en una explanada de cerezos en flor, de perales añosos que alimentaron a inquilinos de otro siglo. Abajo, en las principales calles, se divisan pequeños grupos instalando propaganda política. Tomamos fotografías del bosque nativo, de una fila india de codornices y del cráter que encierra la laguna El Valiente. Seguimos avanzando y solo vemos personas mayores trabajando. Preguntamos a más de alguno el por qué. ¿Dónde están los más jóvenes? Durmiendo, dicen unos. Recuperándose de las fiestas, dicen otros. No les gusta el trabajo duro, dicen los últimos.

Recuerdo haber leído artículos extranjeros que hablaban de lo mismo. China, Rusia, Estados Unidos, Nigeria, Honduras. Los jóvenes están en otra. La mayoría prefiere circunscribir su vida a un estricto presente, sin empatizar con el esfuerzo de la generación anterior, sin sumarse, sin proyectarse. Sumidos en un circuito de banalidad, de adustez, de sobreconsumo sin amparo productivo, de feroz individualismo. El celular los teletransporta, los exime de la ritualidad de los días, de la prosecución de las formas, dejando a cambio un mero cuerpo que solo come y duerme. El relevo generacional se ha roto. Los viejos están tristes pues saben mucho más sobre la dureza de la vida, sobre ese largo otoño de seis o siete décadas que nos espera a todos. 

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