El reloj... el reloj...

Hoy vi campos de arroz en Lilahue. Un pequeño Vietnam sumergido en el centro agrícola de Ñuble. Tordos curiosos observaban desde una alambrada las terrazas inundadas que reproducían un cielo nuboso. Más allá trigales inmaduros levemente mecidos por la brisa. Temporeros legionarios cosechando frutillas, casonas coloniales terremoteadas, abundantes chivos podando la hierba de noviembre. Escribí en mi celular algunas notas para luego acordarme. Susurré ideas sueltas en mi grabador. Pensé en Vygotski. ¿Dónde irá a parar toda esta belleza? No hay más descendientes en mi camino. ¿Dónde irán a parar las historias que he leído? ¿los personajes? Esos amaneceres de Steinbeck que interpreté con tanto color. El mundo parece tan infinito como las posibilidades creativas de mi mente, pero falta tiempo, se nubla la memoria, aclara y oscurece, alba y noche, los días como epítomes de un sueño desconcentrado, y el reloj, el reloj... No alcanzará el tiempo para traspasar todo.


1 comentario :

  1. Exquisita perfección de sus letras y de esos paisajes que contempla.

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