Comunista renuente / Fragmento de mi novela en construcción "Decirte hijo de puta sería un halago"


Administrar adecuadamente la vida requiere múltiples post doctorados. Deportivo, filosófico, ingenieril, y un nirvana apresurado, de bolsillo. A la paciencia tienes que agregar ciertas destrezas como saber escabullir golpes, agacharte a tiempo, sacar la lengua sin que te la corten, burlarte y contraatacar con flechas envenenadas con ortiga, hasta donde te den las fuerzas, luego apretar cuea, borrar tus huellas, impregnarte con vaho de orquídeas azules afiebradas, ponerte cota de malla en el corazón (por lo de las ofensas gratuitas), robar un par de sándwiches de queso gruyer en la huida, media botella de pisco, o whisky, o grapa, saltar alambradas eléctricas, pozos de cocodrilos fascistas, lanzar pedradas distractoras a la orilla opuesta de los patos, bengalas con letras tolstoianas. En el camino dirás que eres un comunista renuente, un legionario francés sumamente perdido, dado por muerto hace tres generaciones. Perdiste los papeles, el pasaporte, la huella digital. Es posible que nadie crea nunca tu versión, a menos que la fabules y se la cuentes a los hijos de padres ausentes. Sin duda te alcanzarán los dogos estériles y te despedazarán. Es tu destino, pues la ética te torna débil, te retrasa, te enfanga, y no puedes avanzar suficientemente rápido, porque no puedes dejar a los más lentos, a los que no nacieron con carácter para defenderse, a los animalitos adiestrados para no morder, a los que solo desean vivir con lo necesario, a los que tienen tanto o más ética que tú.

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