Escaramuzas de un conejo liberto

Hará una semana que no vemos el sol. El temporal se ha ensañado con la costa chilena derribando muros, loteos turísticos y yates de lujo. A la cordillera llega embebido de arrogancia pero no le hacemos mucho caso. Acá somos algo bestias ante las inclemencias climáticas. Salgo al huerto a cortar perejil y cilantro para el pesto y la ensalada. Voy con botas militares dadas de baja porque no he bajado a la ciudad a comprar botas de agua. Me hundo hasta los tobillos. La tierra parece una esponja saturada de agua. Un conejo liberto me mira a lo lejos y raja a esconderse entre unos espinales. Sabe que no es bienvenido en mi huerto pues mantiene bien podados mis apios y acelgas. Hace un par de meses que mantenemos la misma dinámica. Yo lo insto a abandonar mis dominios y el conejo zapatea burlonamente el suelo antes de rajar a esconderse. Pori-Pori, el viejo ovejero inglés, me ha hecho saber con la mirada que se considera incapaz de ahuyentar al intruso. En el intertanto el conejo se ha puesto gordito y yo no he podido disfrutar de mis verduras predilectas. 

Imagen: Rabbit Woodcut, by Bethany Culp.

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