Boric & Jackson


Es el tema más eludido por las camadas políticas que gobiernan o que tienen representación parlamentaria en Chile. El sueldo bruto de un parlamentario asciende a la astronómica cifra de 40 veces el sueldo mínimo. Y si le agregamos las asignaciones que contribuyen al buen ejercicio de tan esforzada labor, el salario final llega al centenar de sueldos mínimos.

Gabriel Boric y Giorgio Jackson, jóvenes diputados recién asumidos, provenientes de las máximas dirigencias del movimiento estudiantil, han vuelto a poner el dedo en la llaga de esta desvergüenza, y proponen rebajarlo al menos un 50% en una primera etapa. Eso ha bastado para que las acomodadas jaurías de los partidos tradicionales se lancen a despedazarlos. Pero ellos se han curtido batallando desde pequeños y están muy lejos de sentirse intimidados.

Boric & Jackson son la prueba más clara de que el problema no es la política, sino la sobreabundancia de ratas que han carcomido nuestra forma de entendernos políticamente. Dos muchachos que le generan insomnio a la derecha y a los partidos tradicionales de centroizquierda, porque son la novedad, la frescura, la sensatez entrando por la puerta ancha de la política, ya que fueron elegidos por una amplia mayoría en sus respectivas circunscripciones.

Cuando Boric llegó por primera vez al Congreso, el 11 de marzo pasado, lo hizo sin corbata, y eso bastó para que la prensa chilena, tan liviana en sus contenidos, dedicara semanas de titulares y debates televisivos a descuerar a ese provocador subversivo que se sentaba sobre las usanzas patrias. Pero Boric no transó ante tanta hipocresía y siguió con su cuello descubierto. Entonces la prensa conservadora empezó a reparar en su melena despeinada, en su barba mal recortada, en su aparente relajo, en sus bostezos, y volvió a llenar primeras planas para desacreditar a ese desarrapado.

Boric & Jackson, junto a las también recién asumidas diputadas del Partido Comunista, Camila Vallejo y Karol Cariola, son la punta de lanza de una nueva generación política que se siente muy lejana a las torcidas prácticas de las generaciones pasadas. Muchachos entusiastas, cercanos, muy preparados y comprometidos, no queda duda que llegaron para quedarse, amparados en el multitudinario apoyo de los movimientos ciudadanos, que ven plasmada en ellos la ilusión de la justicia social y la limpieza democrática.

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