Hacia rutas salvajes

Me hubiese gustado continuar la historia de Sabbath durante meses. Pero se acabó en la 465. Me siento huérfano. No he vuelto a leer con el mismo entusiasmo. Intenté retomar Los viajes de Charlie, de Steinbeck, y de verdad me ha servido. Es una gran narración. También lo intento con Into the wild, de John Krakauer. La historia de Chris McCandless es cautivante y triste a la vez. No quisiéramos perder a los chicos que realizan sus sueños.

Pareciera como si ciertos hombres inadaptados buscasen apaciguar su monstruoso vacío existencial adentrándose en la inmensidad de las llanuras, en las montañas, en los desiertos, en los ríos caudalosos, en la vastedad marítima. O bien se inmiscuyen en guerras que ni siquiera son sus guerras, porque ese murmullo de sangre detrás de las colinas les recuerda que aún siguen vivos, y mientras haya vida habrá acción y hasta podrán burlar a los toros en estampida. Estos hombres no suelen tolerar las ciudades, ni el encierro hogareño, ni la rutina, ni las leyes oficiales. La inmensidad que volvería loco a un hombre común, pacifica la atormentada alma de estos hombres libres. No sé si se sentirán menos solos en medio de ese horizonte inabarcable. La luna extrae los mejores recuerdos de cada memoria. El fuego se comparte con los antepasados que no piden explicaciones y siempre habrá un perro o un caballo más silencioso que el silencio. En la urbe la soledad también es horrorosa por lo que debes ensayar rutinas distractoras todos los días para que la señora de la guadaña no te agarre del pescuezo.

Creo comprender ese sentimiento que impulsa a adentrarse en territorios salvajes. Mi propio ser no toleró la urbanidad y sus convencionalismos. Volví a la montaña, donde los ecos retumban como ladridos desgastados de Dios, donde la lluvia se desrisca en miles de cataratas y la brisa tiene un lenguaje diferente en cada árbol. 

Junto a Steinbeck y Krakauer, me acerco a las obras de Jack London, Joseph Conrad y Herman Melville. El mundo de ellos  es de alguna forma también el mío. Somos compañeros complementarios en el tiempo.

Fotografía: Jack London

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