Tengo el pecho oprimido, como si alguien invisible quisiera asesinarme. Me tiemblan las manos. Conduzco bajo cierta inconciencia. Puedo esquivar a las personas. Siento bocinazos agresivos. Frenadas bruscas. Baldones de amargura descienden por mi cuerpo. El sol pega fuerte. La aguja está obcecada en la raya roja. Los párpados pesan como robles mojados. Cambio a tercera, a cuarta, a quinta. Me sonrío de los semáforos en rojo. Quisiera ver vacas pastando, un pecho de mujer tostándose al sol o una rana bebiendo el néctar de un yuyo. Mi memoria repasa bibliotecas empolvadas, anaqueles no descritos. No encuentra libros certeros donde aprender a vivir. La matemática vital parece engañosa. Hay dígitos que faltan, signos que sobran, numerosas tangentes, ánimos obtusos. Los espejismos solares se retuercen desde el cemento. Todas las avenidas se cierran antes de llegar al horizonte.
Evidentemente no está en condiciones de jugar al sudoku, probablemente ni siquiera completar un crucigrama. La vida es vida, andamos a los ponchazos intentando hacer lo mejor que podemos pero parece que sentir culpa o que lo que hacemos es insuficiente es inevitable. Lo que sentís es algo que muchos sentimos pero no podemos expresarlo con tanta claridad desesperada..
ResponderEliminarPara quitar la angustia canto y si canto feo que se tapen los oidos..
ANIMOS!!!
Parece que mientras más se vive más se desaprende a vivir, no se aprende de las experiencias, se tiende más a la confusión y a la parálisis existencial, lo que sentimos no sirve y expresarlo empeora las cosas, buen panorama no?
ResponderEliminarNo se puede escapar a esa forma de sentir lo que nos pasa. De repente todo parece que se viene a bajo y nos dan ganas de mandar todo al diablo. Para sobrellevar esos momentos no hay recetas que valgan, hay que respirar ondo y darle para adelante luego de haber mojado mucho la almohada.
ResponderEliminarRamiro Gonzalez - Bs.As