El otro Estados Unidos

Estados Unidos, como idea, suele asociarse con prepotencia política, con reverendos extremistas, con las distorsiones informativas de CNN, con gringos gordos y estúpidos similares a Homero Simpson y helicópteros Black Hawk ametrallando árabes y afganos.

Sin embargo, Estados Unidos es un poliedro histórico, político, racial, literario, donde todo lo bueno y malo que pudo haber pasado, pues efectivamente ha pasado. La lucha de clases y la imposición sangrienta de unos sobre otros ha teñido casi toda su historia. Los que han ganado han impuesto su versión, su monserga patriotera, su historia dulzona de un sueño americano, en apariencia, plenamente alcanzable a través del esfuerzo personal.

Si no hubiesen vivido en ese territorio un grupo de buenos escritores, historiadores, poetas y cantantes que decidieron ir contra la corriente, la historia dulzona la creeríamos a pie juntillas.

Ya en las obras de intelectuales como Thoreau, Melville, Bierce y Hawthorne se encontraban rasgos que evidenciaban una constante confrontación de fuerzas humanas, físicas e ideológicas. Luego vino Stephen Crane y Francis Bret Harte, narradores prodigiosos, que mostraron la soledad del oeste, la sangre en la hierba, el miedo y el dolor ante la guerra absurda, la guerra de los potentados que articulaban estrategias desde la comodidad de sus escritorios.

Más tarde irrumpieron los escritores Theodore Dreiser, Willa Cather y John Dos Passos, cada uno de ellos contribuyendo a aguarle la fiesta al spot del sueño dorado capitalista. James Baldwin, el escritor negro, nos confidenció las precarias condiciones de vida de su comunidad. John Steinbeck nos aclaró el papel de los bancos, lo que le hacen a los campesinos pobres, a los pequeños propietarios. Pero también nos hizo amar la dignidad de los desposeídos, su fortaleza para enfrentar la adversidad de un sistema que los trataba peor que a los puercos.

Los vagabundos, alcohólicos y desempleados crónicos también contribuyeron a desnudar el rostro amargo del gigante norteño. Sus portavoces, no muy distintos a ellos, fueron Jack Kerouac, Norman Mailer, Raymond Carver, Gore Vidal, Philip Roth, Richard Ford, Richard Brautigan, Charles Bukowski, el poeta Allen Ginsberg, y músicos como Joe Hill, Pete Seeger, Whoody Guthrie, Joan Báez y Bob Dylan.

El remate vino con Howard Zinn, el historiador que se atrevió a contar la historia de Estados Unidos desde una perspectiva honesta, humana, priorizando la versión de las víctimas. Recién ahí se supo de matanzas, de hambre, de racismo, de represión, de huelgas interminables, de corrupción a gran escala y mentiras oficiales al por mayor. A partir de él, el sueño americano quedó disuelto en su propia inconsistencia. No así el capitalismo, no así la gran industria, no así los dos partidos de extrema derecha que se han repartido el poder a lo largo de la historia estadounidense.

Para terminar, un dato contundente que nunca aparecerá en la entrega de los Oscar ni de los Grammy. Según el recuento oficial de la Oficina del Censo estadounidense, actualizada en noviembre de 2012, la pobreza crítica alcanza a los 49,7 millones de habitantes. O sea, junto con albergar a los grandes multimillonarios del planeta y al aparataje militar más grande de la historia, un 16,1% de su población apenas tiene algo que echarse a la boca cada día.

Imagen: Casajordi Bousquet

2 comentarios :

  1. Estamos acostumbrados a los malos modos de los que dirigen y tienen peso en los Estados Unidos, por eso nos acostumbramos a tenerlo como un conjunto donde está todo lo malo, todo lo despreciable. Nos olvidamos que todo tiene una otra cara, que no todo es negro o blanco. Hace bien en recordarnos que existe este otro EUA.

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  2. Tremendo.

    Veré de hacerme con algo de Howard Zinn.

    Te recomiendo el ensayo de Santayana
    "The Genteel Tradition in American Philosophy"
    en http://archive.org/stream/windofdoctrine00santuoft#page/186/mode/2up

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