La Santísima Trinidad anticomunista de Paul Johnson

Con qué gusto avanzo en la lectura de algunos artículos de Paul Johnson. Los encontré de casualidad. Son alrededor de 200, y los tienen muy bien catalogados y ordenaditos en una página que dice pertenecer a la iglesia católica. Abarca escritos desde 1991 hasta 2006. Los temas son diversos, pero caracterizados por la aguijoneante y cizañera pluma del escritor inglés.

Mi primer acercamiento a Johnson fue a través de su libro Intelectuales, que aún degusto una y otra vez, como un refinado bocadillo. Se entromete allí, con bastante base argumental, en la vida privada de ciertos personajes históricos admirados y seguidos por la intelectualidad izquierdista. Les reconoce sus méritos artísticos y sus respectivas contribuciones al mundo de las ideas, pero deja en claro que en sus vidas personales fueron casi por regla general, unos tiranos, mentirosos, avaros, manipuladores e indolentes ciudadanos.


De Tolstoi llega a decir que era un culposo cavernícola sexual, acometido por enfermedades venéreas, adicto al juego, cruel e ingrato con su esposa, sus amantes, sus hijos y sus amigos, y que lo que menos le interesaba en el mundo era ser recordado como un gran escritor. Afirma, además, que su megalomanía era tan desproporcionada que su principal sueño era transformar la sociedad en base a una nueva religión implantada por él mismo.

A continuación se ensaña con el aspecto personal desaseado y repulsivo de Sartre, así como con la incongruencia y oportunismo de sus ideas. A Lillian Hellman la deja como una mentirosa compulsiva y hábil manipuladora de la prensa. En su último capítulo es menos duro para referirse a George Orwell, Evelyn Waugh y Cyril Connolly, a quienes deja más bien como talentos desencontrados con el sistema.

La cizaña de Johnson no se detiene y para reforzar su postura recurre a diarios de vida y abundante epistolario privado. Este libro logró causar tal impacto mediático en las postrimerías de los ochenta, y dejó tan tambaleantes a personajes hasta entonces casi divinizados, que aún nadie ha refutado enteramente su versión.

Posteriormente ha publicado mamotretos sobre la historia contemporánea, tan fáciles de digerir y tan entretenidos de leer, que parece ser esa una de las cualidades que más elevan a Johnson. El de hacer leíble lo que en manos de otro nadie leería.

Su último libro, Los héroes de la historia, más chapucero que los anteriores, logró desatar nuevos vendavales de críticas y pugilismos verbales cruzados. Allí ensalzó a un conjunto de personajes históricos como dignos héroes a seguir. Particular escozor provocó su santísima trinidad anticomunista, conformada por Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Juan Pablo II, a quienes les atribuyó un conjunto de nobles cualidades y el haber sido los artífices de la caída del comunismo soviético. Tuvo en su libro también palabras elogiosas para el general Augusto Pinochet, amigo personal de Johnson.

3 comentarios :

  1. Gran parte de la población lectora encuentra insufribles a estos personasjes que se escriben estas cosas... Consideran que conocer este tipo de detalles desprecia a la obra que les dio renombre al escritor cuestionado y mancha su honra. No lo entiendo así, no encuentro relación necesaria y directa en ello. Particulamente me gustan y los encuentro interesantes, me ayudan a conocer el trasfondo de lo escrito, contextualiza, permite leer esas obras con otra perspectiva... aún sabiendo que no siempre se escribe desde los personal y que un escritor puede narrar alejándose completamente de sus propias ideas y vida... Justamente leerlo atendiendo a esa posibilidad representa un desafío, amplía el juego en la relación lector-escritor.
    Siempre que descubro o me recomiendan a un escritor busco su biografía, leo reseñas y me interiorizo más allá de la obra.

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    1. Anónimo10/10/14

      de acuerdo; me parece que hay que discernir entre personajes públicos y no; también es conveniente decirle al lector si el personaje sobre el que se escribe está muerto y no se puede defender del autor o escritor; finalmente: el escribir psico-historia estuvo "en vogue" en los 1970s, pero en el caso de Johnson parece que su libro merece la pena, tal como lo describe Jorge Muzam. En definitiva: que sí es valioso el realizar esta especie de autopsia de personajes, sean escritores o políticos, y lo es desde tiempos del Imperio Romano cuando menos (Vida de los 12 césares). Suetonio y Plutarco inauguraron un género que luego reapareció con el Humanismo (Vidas de santos, de héroes, de reyes, de escritores y artistas célebres, cosa que hizo Cellini) pero con una falla: alababan en vez de ser objetivos; evitaban la crítica o el exponer las debilidades e inelegancias de los biografiados.

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  2. Obra y vida no pueden disociarse. Al menos no cuando intentas direccionar la vida de los otros. Debes ser consecuente con lo que escribes, con la imagen que te has construido ante los demás. Y si en el fondo eres una gran mierda, debes hacerlo bien y mejor aún por todos los que embaucaste. Nadie tiene derecho a jugar con los demás.
    Como sea, la mayor parte de los escritores descritos dejó una obra formidable. ¿Perdonarles sus deslices y crueldades por haber escrito obras inmortales? No es a nosotros a quienes nos corresponde hacerlo. Le jodieron la vida a muchas personas, personas cercanas, que confiaron en ellos, que los cuidaron, y que sufrieron su ira, su carácter, su desdén, su deshonra. ¿Ejemplos a seguir? No señor. Son sólo letras, bellas reuniones de letras.

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