Tuviste buenos muchachos, Octavio

Tal como ahora, el sol primaveral se había adelantado esos últimos días de agosto de 1998. Repartiste los adioses disponibles y simplemente te dormiste, Octavio. Tu fornida y traviesa semilla ya estaba bien encaminada. Tres meses combatiendo el cáncer fueron inútilmente suficientes.

Tras las últimas paladas volvimos en silencio a casa. Fue mucha gente, Octavio. La fila de vehiculos era interminable, pero la mayoría de la gente prefirió caminar a través de esa larga alameda reverdecida y aromática.

No quisiera preocuparte más de la cuenta, pero he de contarte lo que ha sucedido desde entonces.

Tras tu funeral, las personas se empezaron a dispersar, los parientes volvieron a sus ciudades, nosotros volvimos a nuestras ocupaciones, los muebles se reacomodaron, el gran fogón de la cocina se apagó y mamá y Roberto quedaron solos, sufriendo quizá el mayor vacío, pues fueron ellos los que te acompañaron cada segundo de tus últimos años.

Pasaron las estaciones. Nuevos años. Nuevas décadas. Nos hicimos bien hombres y tuvimos mujeres hermosas, generosas, compasivas, hijos sanos y fuertes, algunos desengaños, algunos abandonos. Tuviste 8 nietos, siete varones y una damita. Con algunas de tus nueras te habrías llevado bien. No todas resistieron nuestros ímpetus de machos y se largaron a buscar aguas más tranquilas. Te cuento que te incendiaron el galpón con todas las ovejas y gallinas. Salió hasta en los diarios. Los temporales arrasaron con las granadas, se pudrió la rastra por descuido y el canal lleva mucho menos agua.

Hoy es verano, tu verano, el verano de todos, el verano bajo la sombra de los encinos, el verano que sabe a cerezas resecas, a duraznos maduros, a ciruelas, a cedrón y a tomates con cebolla bajo el parrón de uva negra.

Tuviste buenos chicos. Nos criaste con mano de hierro. ¿Recuerdas que decías que nos quemarías el hocico si nos veías fumando? Ninguno te salió ladrón ni borracho ni drogadicto ni mala persona. Sólo un par de policías, un administrador público y un escritor. Cada uno deseando ser feliz a su manera. Puedes seguir descansando en paz. Nosotros seguiremos cuidando todo lo que más amabas. Teresita aún te nombra con infinito cariño, te nombra al ver cada fotografía, al recordar la esquila de las ovejas, los nidos de huevos en la zarzamora, el aroma de los duraznos febrerinos, te nombra sin querer queriendo, a cada rato, como dando a entender que sigues presente en cada uno de nuestros momentos.



2 comentarios :

  1. Anónimo18/1/12

    Hay nostalgias que arañan lo más profundo del corazón.
    Bello y estremecedor relato Jorge. Tu forma de escribir hubiera gustado mucho a tu madre. Ella también te hubiera entendido.
    Un beso grande lleno de nostalgia.

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  2. La nostalgia revive los instantes, envuelve, araña, escarmienta, hace reír y llorar al mismo tiempo.
    Gracias por transitar por este presente absoluto que me azota las sienes.
    Un fuerte abrazo mi querida Concha.

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